El estudio publicado en la revista 'The American Naturalist', muestra por primera vez cómo un movimiento coordinado y repetido durante horas en las anteras de las flores (la parte terminal del estambre, donde se produce el polen) incide sobre el aparato femenino de las mismas (estigma).
Mohamed Abdelaziz Mohamed, autor principal del análisis y profesor del departamento de Genética de la UGR, ha señalado como "la mayoría de las plantas han desarrollado mecanismos para prevenir los efectos nocivos de la endogamia". "Sin embargo, existen algunas plantas que se han especializado en reproducirse de forma autógama, esto es, sin necesidad de cruzarse con ninguna otra", añade.
Estas últimas siempre son derivadas de las primeras, de modo que los mecanismos que favorecen la autogamia deberían ser frecuentes en la naturaleza. Curiosamente, dichos mecanismos que favorecerían la autogamia no se han descubierto con tal frecuencia, siendo mecanismos pasivos, en su mayoría, los pocos que se han descrito.
Los expertos advierten de la extrema precisión que se requiere, ya que "los movimientos en las plantas son, en general, poco aparentes y tienden a pasar desapercibidos. En pocos casos aparecen movimientos coordinados y repetidos", apuntan Francisco Perfectti y Mohammed Bakkali, también autores del trabajo y profesores del departamento de Genética de la UGR.
En el avance también se confirma que el 'masajeo' de anteras es suficiente para producir deposición de granos de polen sobre el estigma de la flor y, por tanto que haya polinización, alcanzando por sí solo valores de éxito reproductivo similares a los que se alcanzan mediante la polinización artificial o la fecundación cruzada.
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