El informe psicológico de esta presunta nueva víctima de La Manada (de cuatro de sus miembros, pues Ángel Boza no estaba presente durante la consecución de los hechos) revela, por un lado, la laguna amnésica que sufre la joven con respecto al momento del abuso y, por otro, las numerosas consecuencias personales que le ha supuesto dicha agresión sexual.
Comenzó la terapia cuando vio el vídeo que la policía había encontrado en los móviles de los acusados cuando estaban siendo investigados por el caso de Pamplona. Ella, en su cabeza, no tenía el relato de lo ocurrido, pues declaraba que, Alfonso (el militar) le había dicho que la levaba su casa a las 7:30 y a las 9:00 de la mañana se despertó con los cuatro “en un coche parado, sin el vestido-mono que llevaba y con las medias quitadas y rotas”. Al verse y reconocerse en las imágenes sintió, según la psicóloga, gran “incredulidad y culpabilidad”.
Al darse cuenta de lo que le había ocurrido y saltar la noticia a los medios de comunicación, la víctima comenzó a tener trastornos que aquí enumeramos y que se han ido tratando a lo largo de estos años:
Llegó al centro con un Trastorno de Estrés Agudo que, con el paso del tiempo, se convirtió en en Estrés Postraumático. Además, sufre una sintomatología ansioso-depresiva que le provoca estados de insomnio, hipervigilancia, dificultad para concentrarse, bloqueo, paralización y miedo. Los hechos han causado una grave mella en su autoestima y, de momento, rechaza el contacto físico y mantener, de nuevo, relaciones sexuales con normalidad.