La versión de la defensa de Ana Julia Quezada sostiene que la muerte del niño de ocho años ocurrió en el contexto de una discusión de forma accidental. Es lo que argumentan Esteban Hernández Thiel y Beatriz Gámez en el escrito aportada al procedimiento, después de que la Audiencia Provincial de Almería rechazara su recurso para evitar que la encausada se enfrentara a un tribunal de jurado.
La defensa de Ana Julia Quezada sitúa la muerte del niño Gabriel, en Níjar, en febrero del pasado año, tratan con esta versión de distanciar la tesis que sostiene la Fiscalía del crimen planificado, por lo que además solicitan que se le aplique la atenuante de confesión tardía.
La autora confesa del asesinato de Gabriel, Ana Julia Quezada salió sobre las 15,50 horas desde Las Hortichuelas hacia el cortijo de Rodalquilar para pintar la casa cuando se encontró con Gabriel, quien unos diez minutos antes había salido para dirigirse a casa de unos primos a jugar, pero quien aún estaba "haciendo tiempo" porque era "muy pronto" en el corto camino de tierra que separaba las viviendas.
Ella habría sugerido al niño que la acompañara al cortijo a pintar a lo que el pequeño habría accedido, subiéndose al vehículo para ir a la citada pedanía, ubicada a unos cinco kilómetros de distancia.
Una vez en el cortijo de Rodalquilar, la defensa explica que mientras que Ana Julia abría las ventanas para airear el inmueble, el niño habría cogido "un hacha para jugar" y ella le habría pedido que la "soltara" pues "era peligroso y podía hacerse daño".
A partir de ahí, el relato planteado por la defensa subraya que la víctima "entró en el cortijo y le dijo que se callara, que siempre le estaba diciendo lo que tenía que hacer; que quería que su padre estuviera con su madre y no con ella, que era una negra fea; insultándole y negándose a entregarle el hacha".
Ana Julia Quezada "intentaba quitarle el hacha, llegando a taparle la boca para que no profiriera más insultos, apretándola con la intención de que se callara" de modo que "tras breves momentos, ya no respiraba", se lee en el escrito de su defensa.
Aseguran que la acusada fue "presa del pánico" al comprobar que el niño había fallecido, por lo que se quedó "bloqueada y sin saber qué hacer" así como "incapaz de asumir las consecuencias de lo que había ocurrido".
No obstante, optó por sacar el cuerpo de la vivienda, hacer un agujero en el exterior y enterrarlo junto a un aljibe "a fin de ocultar el trágico resultado". No obstante, el escrito de defensa no hace referencia a los hematomas que presentaba el cuerpo del menor y que fueron destacados en el informe forense como previos a la muerte del pequeño.