El medio rural español, tan diverso como desconocido para los urbanitas, esconde numerosas joyas al alcance del visitante con algo de curiosidad; entre ellas, multitud de pueblos abandonados que se han convertido en paraísos semisecretos para los amantes de las escapadas rurales y los viajes que se salen de la norma. Estos enclaves se reparten por todo el territorio español formando parte de esa España vaciada que tantos titulares atrae últimamente en la prensa.
Si estás pensando en una escapada rural para tomar aire y alejarte del agobio y la contaminación de la ciudad, esta es nuestra selección de pueblos abandonados.
A 50 km de Zaragoza se encuentran las ruinas del viejo Belchite, que aún sorprenden al viajero con los ecos de la contienda y el grito ahogado de esos miles de personas que perdieron la vida en la Guerra Civil, cuando el pueblo quedó arrasado en 1937. Además de su trazado urbano, que ha servido para multitud de rodajes de películas y series, 10.000 personas visitan las ruinas cada temporada atraídas por la magia de las calles y esa atmósfera opresiva. Una escapada rural puede ir de las ruinas hasta Belchite nuevo, donde se mudaron los supervivientes de la masacre con esa canción que da cuenta del horror de la guerra y que aún recuerdan los más viejos del lugar: «Pueblo viejo de Belchite, ya no te rondan los zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestro padres»
Cerca del contado de Treviño se encuentra este pueblo auténticamente maldito, a decir de los numerosos turistas y lugareños que han asegurado sentir la presencia de las ánimas y los espectros entre sus casas, intocadas hace mucho y pasto de la vegetación; el reto para los que buscan ruinas marcadas por las epidemias, la muerte, las maldiciones y el ulular de las aves nocturnas cuando el que se adentra entre sus casas machacadas por el tiempo escucha el significado de tan singular nombre. Ochate significa literalmente: “Puerta secreta o del ruido”.
Lo poco que queda del Castillo de Rivadeneyra encantará al visitante. De su derrumbe queda todavía en pie una imagen fantasmagórica, la escultura de Cristo, muy celebrada por los turistas que deciden visitar este enclave privilegiado en la comarca de Torrijos, entre la Cañada Segoviana y la Cañada Real. Si queda tiempo se pueden visitar la Iglesia de Santa María de los Reyes y los ruinosos lavaderos públicos.
En Asturias, una de las regiones españolas con más pueblos abandonados por km2, el viajero puede encontrar esta aldea escondida fagocitada completamente por la vegetación, una de las más bellas de la comunidad autónoma. Los elementos no sorprenden, por ser típicos de la región, pero sí enamoran al que tenga curiosidad: casonas viejas completamente restauradas, cabazos, hórreos y una zona excelente para realizar senderismo y probar la naturaleza virgen de los alrededores.
Como le ha pasado a muchas otras aldeas y pueblos, la historia de Escó no sería la misma sin su expropiación forzosa en los años 60 y su inundación para construir el pantano de Yesa, motivo por el que fue abandonado bajo las aguas. A día de hoy, la asociación Pro Reconstrucción de Escó no descansa para tratar de que el pueblo encuentre vida otra vez y vuelva a estar habitado.
Si te atreves, es posible visitar las ruinas de la Iglesia de San Miguel y la ermita de nuestra señora de las Viñas, y así hacer una parada en sus calles derruidas mientras te preparas para otra de las múltiples rutas por el románico altoaragonés de la zona.
Esta fábrica cerca de los espectaculares parajes de la selva de Irati gustará a los que busquen la mezcla perfecta entre rigor histórico, atmósfera fantasmagórica y algo de tiempo para el senderismo. Apenas duró activa una década, entre 1874 y 1884, pero aún conserva la espectacular estructura y ese aire inconfundible de las construcciones abandonadas que evocan en nosotros las historias antiguas. Es bien de interés cultural desde 2007.
En 1975, con la tradición minería que alimentaba bocas en el pueblo en sus horas más bajas, Turruncún fue abandonado por un buen número de familias que eligieron Arnedo para trasladar sus vidas. Es uno de los pueblos vacíos más conocidos de la Rioja, con sus características casas de adobe, el cementerio, una iglesia mudéjar muy bien conservada, que atrae la atención de la mayoría de visitantes, y las curiosas cuevas excavadas en la montaña que los habitantes del pueblo utilizaban como despensas para conservar los alimentos.