Los expertos lo tienen claro. Pese a la confusión que generan en los consumidores numerosos bulos, falsos mitos y fake news sobre ellos, la comunidad médica y científica sabe que la leche y los productos lácteos son una importante fuente de nutrientes esenciales para nuestro organismo.
Su consumo ha de ser parte imprescindible de una dieta variada y saludable, como nos recuerdan desde la Organización Interprofesional Láctea (INLAC). Y para poder gozar de los beneficios que los lácteos hay que determinar la ración exacta que debemos ingerir.
Es otro tema objeto de debate, pero nuevamente entre los expertos no existen dudas al respecto. La dosis necesaria que ha de consumirse es de unos 3 lácteos al día en todas las edades: desde la infancia hasta la tercera edad. De esta manera, se recomienda que niños y adultos ingieran entre 2 y 3 raciones diarias, mientras que en el caso de adolescentes, ancianos, mujeres lactantes o embarazadas y deportistas han de ser entre 3 y 4. La dosis de una ración depende del lácteo que se ingiera.
Tener claras la dosis que debemos consumir es importante, más en un momento en el que, como apuntan desde InLac, muchos ciudadanos han olvidado la esencial importancia de los lácteos no solo para mantener una vida sana, sino también para luchar contra problemas derivados de la falta de calcio, y que afectan especialmente a niños, mujeres embarazadas o personas de la tercera edad.
Y es que los beneficios de estos productos son, como afirman los expertos del Comité Científico de INLAC, “incuestionables”. Son un grupo de alimentos muy completo, que aportan una elevada cantidad de nutrientes y cuentan con una composición muy equilibrada. Aportan no solo calcio, también proteínas de alto valor biológico, hidratos de carbono, grasa, vitaminas liposolubles y otros minerales.
Su papel positivo en el crecimiento, durante el embarazo o la lactancia, así como en procesos como la osificación o la generación de masa magra hace de ellos alimentos que no pueden ser sustituidos en una dieta. Ángel Gil (doctor en Biología, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada, y presidente de FINUT) apunta en esta dirección y añade que recientes publicaciones científicas influyentes destacan el papel de la leche y sus derivados a la hora de prevenir enfermedades, como “el síndrome metabólico, cáncer de colon o vejiga o la diabetes tipo 2”.
Precisamente Gil ha sido, junto a la doctora Rosa María Ortega (doctora en Farmacia y catedrática de Nutrición en la Universidad Complutense de Madrid), autor de una de las más reciente evidencias científicas a favor de los lácteos. En mayo de 2019 sus informaciones formaron parte de un suplemento en “Advances in Nutrition” una de las revistas de Nutrición más importante del mundo.
La conclusión del texto es que, en la infancia, el consumo regular de la leche y sus derivados está asociado a un mayor crecimiento y un menor riesgo de obesidad. Y en la edad adulta, mejora la composición corporal y reduce el riesgo de mortalidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes de tipo 2 y diferentes tipos de cáncer. Se suma así a la línea de recomendaciones de expertos y organismos como la Fundación Española de Nutrición, que inculcan la práctica regular de ejercicio físico y una alimentación equilibrada, con especial foco en los productos que constituyen la dieta mediterránea.