El consumidor actual es un ciudadano mucho más activo, consciente y responsable que hace sólo unos años. Es una persona que demanda información, que quiere saber, que busca un compromiso. Y sectores de todo tipo han entendido este nuevo contexto, apostando por la calidad y la seguridad de sus actividades.
El sector lácteo tiene mucho que decir en este debate. Las normas de calidad y seguridad que rigen cada una de las fases del proceso productivo son el mejor ejemplo de la preocupación que existe al respecto en esta industria. Las inquietudes del consumidor al respecto están claras: lo han demostrado con sus preguntas en el teléfono lácteo, la nueva campaña de InLac con la que quiere aportar transparencia a la actividad ganadera.
¿Cómo pueden estar los consumidores tranquilos con respecto a la seguridad del producto final que adquieren? ¿Cuáles han de ser las prácticas necesarias para avalar la calidad del lácteo? La solución pasa por actuar con antelación, vigilando estrictamente cada una de las partes del proceso productivo del alimento.
Hoy nos hemos desplazado hasta Peñafiel, en Valladolid. Allí hemos podido hablar con Lucía Arranz Díez, la Responsable de Calidad de Lactalis Peñafiel. Desde su experiencia en industria láctea ha podido contarnos cómo se consigue mantener la seguridad, paso por paso.
Todo comienza con la llegada de la cisterna con el producto a sus instalaciones. Un primer paso del control de calidad supone tomar una muestra representativa de la misma, para conformar una revisión inicial de la materia prima, con controles como los de temperatura o acidez.
El proceso de producción a partir de entonces incluye una revisión continua del estado del producto, en todas sus etapas, mediante protocolos seguros. En productos como los quesos, por ejemplo, se revisa la calidad de los mismos durante el proceso de maduración al completo. Existen análisis físico-químicos, microbiológicos y organolépticos en cada fase.
Una vez listo, y antes de que salga al mercado, se lleva a cabo la revisión final de todos los lotes, para comprobar que cumplen con las especificaciones. Es entonces también cuando se da cumplimiento a una de las demandas más habituales de los consumidores: la facilitación de información mediante el etiquetado. Los ingredientes, la información nutricional o los posibles alérgenos son algunas de los datos que se recogen. Y entre ellos, también otro que cada vez preocupa más al consumidor: el origen de la leche.