Vicente Romero ha acudido a ‘Cuarto Milenio’ para hablar de sus experiencias en Haití con personas que han sido sometidas a procesos de zombificación. El caso más conocido es el de Clairvius Narcisse, un hombre que trató de vender una propiedad que compartía con su familia. Según las costumbres ancestrales de la población haitiana, no tenía derecho a venderla ya que dejaría sin trabajo a muchas personas y, por ello, fue juzgado y condenado a la zombificación.
Tras ser desenterrado por un bokor, es decir, un sacerdote vudú maligno, fue forzado a trabajar en una plantación como un autómata, casi como un esclavo, bajo un régimen especial de comidas y duras condiciones. Así lo cuenta él: “Fallecí el 3 de mayo de 1962 y estuve más de dos días sepultado. Después vinieron a buscarme, me levanté y salí de la tumba contestando a los que me llamaban”.
El proceso de zombificación se realiza utilizando unos polvos obtenidos del pez globo con propiedades anestésicas muy potentes. Mezclados con hierbas con el mismo efecto y distintos rituales, el brebaje provoca que la persona sea inducida en estado cataléptico de muerte aparente. La víctima es sepultada y, en cuestión de días, es desenterrada por el bokor que la zombificó y condenada a trabajar en plantaciones.
Francine Ileus fue una mujer sometida a zombificación que no llegó a recuperarse nunca. Según cuentan, era una mujer de carácter violento y, a pesar de su juventud, tenía una hija. Su madre, desesperada, recurrió a un sacerdote vudú para que la pacificara y el bokor se encaprichó de ella. Hay múltiples versiones acerca de lo que ocurrió con ella.
Se cree que el bokor la zombificó y la convirtió en su esclava sexual. Tuvo hijos con él pero todos nacieron muertos y, al cabo del tiempo, una misionera se hizo cargo de ella: “Parecía un muerto viviente. Era como un esqueleto, con la piel estirada sobre los huesos, los ojos cerrados, la cabeza colgando y las piernas en la misma posición que en el ataúd”.
Tal y como ha confirmado Vicente Romero, habitualmente, las víctimas pierden la capacidad de expresarse y la memoria. Además, obedecen ciegamente a su bokor y sienten un profundo desinterés hacia todo lo que les rodea. Estas personas llegan, incluso, a no reconocer a su propia familia.
El caso de Rosemarie también es realmente impactante. Rosemarie era una niña que, con tan solo 14 años, fue zombificada y murió en brazos de su madre. Sin embargo, a los pocos meses, reapareció llamando a la puerta del domicilio familiar. Años después se descubrió que aquella pequeña niña terminó cambiándose el nombre y la familia se mudó de casa. Aun así, se logró concertar una visita en la que se comprobó que Rosemarie no había llegado a recuperarse. A sus 39 años, vivía encerrada en una habitación sin ventanas, formada por bloques de hormigón y comportamientos puramente animales.