“Estamos enfrentados a dos intereses muy contrapuestos. Por un lado necesitamos energía porque cada vez se consume más, y las únicas formas de tener reservas de gas son hacer depósitos en superficie, que es peligroso, o hacerlos subterráneos. Al hacerlos subterráneos, estamos inyectando presión en antiguos huecos naturales, y si no se calculan bien esas presiones, depende de donde se haga, quizá pueda tener consecuencias más o menos graves”.