A veces, los mayores enigmas, los que plantean las más abismales incógnitas comienzan de la manera más inocente. Eso es lo que sucedió en 1904 cuando un grupo de religiosas francesas, fugitivas del virulento ambiente anticlerical imperante en su país recala en Burgos donde encontraron acogida y lo que ellas pensaban que era un refugio seguro.