El edificio se alza sobre el solar que antaño fue el convento de los monjes trinitarios arrasado en el siglo XIX por el populacho en el marco de una de las revueltas de aquella convulsa época. Un hecho macabro durante la construcción del teatro sería el que diera pie a los primeros rumores de maldición.
Mientras lo están construyendo encuentran cadáveres de monjes y un par de casos de dos monjes emparedados.
Para algunos, los responsables del maleficio serían los propios trinitarios expulsados de su hogar y testigos de su profanación para edificar sobre sus cimientos un lugar donde según ellos se practicaban actos frívolos y aberrantes más propios del paganismo que de un enclave sagrado.
Otros culpan de la sombra que se cierne sobre el teatro a las monjas del cercano convento de monte Sión en la actual puerta del Ángel que compartieron el triste destino de los trinitarios y tenían una priora, portadora de un anillo que quedaría ligado para siempre a la historia del teatro.
El anillo quedó enterrado en los cimientos del nuevo teatro y lanza una maldición. En el Liceo tenían lugar numerosos bailes y fiestas populares, algunos calificados de licenciosos según la rígida moral de la época. Según la leyenda, una fiesta pagana, la del carnaval de 1861 pudo despertar la ira de los monjes allí enterrados y provocar un incendio que redujo a cenizas el teatro por primera vez. Aunque puede que los espíritus recibieran la ayuda de una mano humana.
Ni siquiera reducido a escombros, el teatro parecía librarse de la maldición. Recién iniciada la reconstrucción del teatro tendría lugar un nuevo desastre. Esta vez, el Liceo sufriría la furia del agua.
Finalmente, el nuevo teatro se convirtió en un referente cultural y social de la emergente burguesía catalana, nadie recordaba ya la vieja historia de la maldición. Sin embrago, el 7 de noviembre de 1893, el desastre golpeó al Liceo con más fuerza que nunca llevándose por delante la vida de muchos de sus espectadores.
La sangre de aquellas víctimas no bastó para poner fin a la maldición. Periódicamente, a veces de forma absurda, el fuego volvía a poner en peligro, al parecer la integridad del edificio.
Pocos de estos sucesos llegaron a la opinión pública pero como si se tratara de un sino inevitable, el 31 de enero de 1994 ocurrió algo que ya no se puede ocultar. Un gigantesco incendio que destruyó el teatro casi por completo.
Tras la nueva inauguración en 1999 el Liceo de Barcelona se ha convertido en uno de los teatros más seguros de todo el mundo. Pero todavía hay quien cree que el peligro no se disipará hasta que alguien encuentre, bajo los cimientos del edificio, el anillo maldito de la priora del monte Sión.