Hace siete años María José Rivera y Luís Reñones celebraban el bautizo de su hijo pequeño y al regresar a casa se quedaron tomando algo en le jardín. El bebé se quedó en la habitación con un intercomunicador con cámara para tenerlo vigilado. En un momento dado, uno de los amigos pregunta qué son las interferencias y María José vio en la pantalla que había una persona que se acercaba al bebe y le daba un beso.
En ese momento no siente nada extraño y sube a ver quien era pero no había nadie. Vuelve a bajar, vuelve a mirar el monitor y efectivamente había una mujer y había un sonido de fondo como si hubiera interferencias. Decide entonces preguntar a los invitados si estaban todos en el jardín y constata que nadie está con el bebe.
En ese momento cree que alguien ha entrado en la casa pero no había nadie. La mujer que aparecía en la imagen recogía las alfombras y sacaba la bañera de la habitación. Se trataba de una escena cotidiana de las que María José solía hacer.
Todos los que se encontraban en la casa subieron entonces al cuarto del bebe pero seguían sin verse a nadie y nunca llegaba a ver el rostro de la figura.
Luis confiesa que registraron toda la casa y no vieron a nadie. Había unas diez personas viendo el monitor.
María y José y Luís creen que puede tratarse de un problema del intercomunicador y deciden hablar con un técnico. Al principio creen que se trata de una escena grabada hasta que se dan cuenta de que el aparato no tiene esa opción de grabación y solo emite en tiempo real.
Una semana después, la cámara capta otro bebé dentro de la estancia, muy nítido. Un niño muy rígido, con los ojos cerrados envuelto en una sábana, parecía la imagen de un niño muerto y de otro tiempo.
En ese momento apagaron la cámara. También se creía que podía ser el bebe de un vecino y que se produjesen interferencias pero en ese momento no había más bebés en el vecindario.