Pero sería tiempo después y muy lejos de allí, en la sagrada Jerusalén, donde sucedería algo que cambiaría radicalmente el futuro de aquel lugar. El protagonista de este giro de los acontecimientos sería otro Toribio, el de Astorga a quien le es encomendado la tarea de llevar un trozo de madera de la santa cruz.
Asediados por los musulmanes, los sucesores del obispo Toribio decidieron buscar un lugar apropiado para esconder el preciado tesoro y se decantaron por el monasterio de San Martín.
No fue ni mucho meno s la última vez que la reliquia corrió peligro de desaparecer para siempre. Durante la Guerra Civil tuvo que ser puesta a salvo por un sacerdote ante el peligro de que ardiera como tantas otras reliquias.
Casi ignorada por todos, la Santa Cruz en la que antaño se postraron monjes y caballeros permaneció allí hasta que a mediados del siglo XX, los custodios del convento, convencidos de la importancia de la reliquia decidieron hacer algunas verificaciones sobre el origen de aquel madero sagrado, los resultados concordaban perfectamente con la leyenda.
Esta confirmación dio un nuevo impulso a las visitas de peregrinos que se cuentan por miles para ver la madera. Son muchos los peregrinos que pasan por la capilla de la Santa Cruz para besar un trozo del madero conservado dentro de un rico relicario.
Es el Lignum Crucis de Liébana, un tesoro que lleva a sus espaldas un periplo de 2000 años. Y que para los creyentes constituye una prueba natural de la historia que se narra en los evangelios.