Cuenta la leyenda que mientras una mujer adoraba un cráneo, su prometido se comenzó a reír. La burla fue tal que clavó un palo en uno de los orificios del cráneo y no se le ocurrió otra cosa que invitar al difunto a su boda, que se celebraba días después. El espíritu tuvo su momento de venganza durante la celebración y provocó la muerte de los novios.