Uno de los personajes más conocidos de la conquista de América fue el extremeño Francisco Pizarro. Su historia personal, repleta de luces y sombras, sigue siendo un misterio: “Pasa prácticamente 40 de su vida batallando y en grandes expediciones, gracias a lo que formará una personalidad de guerrero, de líder”.
Pizarro participó de varias expediciones entre América central y Colombia, para asentarse a principios del siglo XVI en la ciudad de Panamá. Allí se asociaría con el español Diego de Almagro para intentar a partir de 1524 encontrar y conquistar un misterioso reino lejano repleto de tesoros, una civilización muy desarrollada en la cordillera de los Andes, la de los soberanos incas.
En 1532 Pizarro zarpó de la ciudad de Panamá con tan solo 180 hombres y cuando llegan al norte del Perú, un territorio totalmente desconocido, son confundidos por los nativos con mensajeros de uno de sus dioses. Según una vieja profecía, unos semidioses blancos y barbados volverían desde el océano Pacífico para reestablecer el orden en el imperio Inca. Allí los españoles intentarían ponerse en contacto con su emperador, el poderoso Atahualpa. Todo acabaría con una batalla ganada por Pizarro y con Atahualpa asesinado por estrangulamiento.