Una pelota cae por los peldaños de una vieja escalera, una de las escenas clásicas del cine de terror. Una semana más, en ‘Cuarto milenio’ se ha encendido el proyector de un cine club único en el mundo.
El crítico, cinéfilo, periodista, filólogo y alma máter de esta sección, el gran David Felipe Arranz, ha analizado una película excelente en la que no hicieron falta grandes efectos especiales para aterrar al público a finales de los años 70.
La película se basa en los hechos reales que le ocurrieron al compositor musical Russell Hunter, un escritor y autor de teatro que no tenía motivo alguno para inventar una historia así. Cuenta David Felipe Arranz que todo lo que ocurre en la película lo experimentó Hunter en primera persona.
La historia nace precisamente del testimonio de Hunter, un hombre que tiene que huir despavorido de su propia casa, una casa que tiene en alquiler en un lugar que coincide con la situación de la casa de ‘Poltergeist’, el cementerio de Prospect Hill donde pasaron cosas terroríficas.
En los aledaños de este cementerio, Russell Hunter se encuentra con una casa sorprendentemente barata que nadie quiere habitar y que él se decide a arrendar, pese a que una médium llegó a decirle que “la casa no quería ser habitada”.
Russell estuvo allí viviendo dos años, el tiempo suficiente para percibir todas las anomalías paranormales que servirían de guía para la película. Al parecer, la casa había sido erigida por un matrimonio sin hijos que había acogido a dos sobrinos. Uno de los niños, con una grave discapacidad motora, muere a causa de una crisis nerviosa tras la primera guerra mundial. O eso es lo que se contó en aquel momento...
Este niño había pasado años encerrado años en la buhardilla de la casa hasta que finalmente fue asesinado por su padre adoptivo en la bañera para después ser enterrado en las inmediaciones de la vivienda.
Rusell Hunter aseguró que llegó a escuchar los golpes de la bañera, los golpes que el niño daba para intentar salvarse de las manos asesinas de su tío. Además, encontró el diario de este pequeño asesinado por su propia familia, un diario en el que hablaba de su silla de ruedas y de su juguete favorito: su pelota.