La desaparición de Enrique Martínez el 16 de octubre de 1991 en el entorno del pueblo abandonado de la Mussara, en Tarragona, sigue siendo desconcertante. Buscaba setas con unos amigos y de repente sucedió lo imposible: desapareció como si nunca hubiera existido.
“El grupo de amigos iba andando por los alrededores de la Mussara y no se veían, porque iban distanciados, pero se iban hablando a gritos y una vez Enrique ya no contestó más (…) Cuando fueron a buscarle solo encontraron su cesta con una seta dentro (…) Una posible explicación es que fuese atacado por un animal salvaje pero, ¿por qué no se encontraron sus restos? (…) Otra de las posibilidades es el crimen, que fuese uno de sus compañeros quien le matase”.
La búsqueda fue muy minuciosa, se utilizaron todos los medios disponibles, colaboraron miembros del ejército y la Guardia Civil pero no sirvió de nada: “Trajeron perros especializados en la búsqueda de personas y no encontraron nada, ningún rastro, después de varias semanas buscando se dio por cerrado el caso y a día de hoy continúa sin haber ni una sola pista”.
Meses después, en enero de 1992, uno de los amigos de Enrique se presentó en los juzgados para hablar con el juez, quería contarle que habían seguido buscándole y que se habían topado con algo a lo que no podían darle explicación: “Escucharon lo que parecían ser cascos de caballos que provenían de la abandonada iglesia de San Salvador y dentro descubrieron que había siete figuras más o menos fantasmagóricas ataviadas con túnicas de monje, intentaron entablar una conversación con ellas pero en cuestión de segundos desaparecieron”. ¿Se trataba de la santa compaña?
Cuentan las leyendas de la zona que en la Mussara hay una zona, concretamente una piedra hexagonal, la cual si pisas abandonas esta realidad para pasar a un mundo paralelo del que no puede regresar.