Iker Jiménez cuenta en ‘Cuarto Milenio’ con César Carballo, adjunto de Urgencias del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, que nos relata cómo fue su experiencia con su primer paciente como residente en un servicio de urgencias. Cuenta que este paciente se había intentado suicidar bebiendo líquido anticongelante del coche, pero lo que sucedió ronda lo curioso (cuanto menos).
Habían pasado varias horas y los médicos iniciaron el tratamiento oportuno. Para contrarrestar lo que había ingerido (y evitar que se quedara ciego), tuvieron que administrarle alcohol etílico, pero el que tenían en el hospital tenía demasiada graduación. Compraron whisky y se lo administraron vía oral.
Lo curioso fue que tuvieron que administrarse casi una botella completa de whisky y, por otro lado, contrarrestar esta sustancia con sueros y otros medios para evitar que cayera en coma. Todo esto fue más complicado de lo que parece, pues iban motorizando las distintas analíticas que le hacían la paciente mientras, por otro lado, estaban en contacto continuo con los nefrólogos (médicos especialistas renales).
“Muchas veces, las cosas que pasan no vienen en los libros. En Urgencias hay que improvisar, a veces, y tomar decisiones rápidas. A veces son equivocadas, desgraciadamente. Pero deben ser decisiones rápidas”, comenta Carballo. Al día siguiente, el paciente fue dado de alta desde el servicio de urgencias y pasó a ser atendido por los servicios de psiquiatría por su intento auto lítico.