El martirio de Catalina de San Mateo, la canaria que se inflingía dolor para estar cerca de Dios: "Se clavó púas en la cabeza"
Catalina de Balboa Ugarte, conocida como Catalina de San Mateo, experimentó premoniciones y mortificaciones
Con solo cuatro o cinco años, sor Catalina organizaba procesiones con otros niños por las calles del pueblo
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A mediados del siglo XVII, en Santa María de Guía, en la isla de Gran Canaria, nació una de las religiosas cuya vida fue de las más prodigiosas en la historia de la iglesia española: Catalina de Balboa Ugarte, conocida como Catalina de San Mateo.
Premoniciones y mortificaciones asombrosas y también muchos milagros rodearon a esta extraordinaria mujer de fuerte carácter y que llegó a ser conocida y venerada no solo en España si no al otro lado del Atlántico.
Esta misteriosa religiosa, con solo cuatro o cinco años, organizaba procesiones con otros niños por las calles del pueblo. En esas procesiones la solían acompañar dos ángeles portando cirios, unos ángeles que solo veía la niña Catalina. Llegó a contar que en ocasiones hasta la mismísima Virgen María acompañó a esos niños que procesionaban.
Con el tiempo, Catalina comenzó a experimentar horribles mortificaciones a modo de sacrificio. En el patio de la finca donde vivía hizo una especie de circuito en el que adrede puso cáscaras de lapa, conchas de moluscos, piedras, cristales y otros fragmentos punzantes para ella hacer sobre este circuito una penitencia llevando de rodillas sobre sus hombros el peso de una cruz.
Catalina pertenece a ese misticismo donde el dolor es una forma de auto castigo y de camino hacia la expiación de los pecados, algo impensable hoy en día.
El 31 de enero de 1676 Catalina ingresó en el convento de las clarisas de Las Palmas de Gran Canaria. Allí dentro sus visiones y premoniciones se multiplicaron y potenciaron. La religiosa hacía vía crucis diarios, llegando incluso a tumbarse en el suelo del patio del convento, colocándose una pesada puerta sobre la espalda y haciendo que sus hermanas, una a una, pasasen sobre aquella puerta.
Mandó que le hiciesen un casco de metal con púas en su interior, un casco que llevaba bajo la toca y que le provocó graves heridas en el cráneo. Y es que la religiosa se sentía cerca de Dios inflingiéndose dolor y castigo.