Bartolomé Esteban Murillo es sin duda una figura clave para entender la historia del arte universal. El pintor sevillano nace en 1617 y pronto se convierte en un pintor que despunta entre sus coetáneos y que es reclamado por infinidad de personalidades y miembros la iglesia para obrar su magia. Pero ‘Cuarto milenio’ rescata la figura de este pintor español para hablar de un hecho que no muchos conocen y que sigue rodeado de misterio.
Cuando el pintor sevillano era muy joven tuvo un encuentro en plena calle que le marcaría para siempre, una enigmática mujer gitana insistió en leerle la mano: “La gitana le cogió de la mano y de repente le miró fijamente a los ojos para confesarle que iba a morir joven y que lo iba a hacer en un casamiento, en una boda”.
Desde aquel preciso momento Esteban Murillo vivió obsesionado con evitar asistir a este tipo de eventos para intentar así evitar la muerte. Lo que Murillo no imaginaba es que su muerte iba a estar relacionada con una boda, pero no de la forma que él imaginaba…
Años después, desde Cádiz, le llega el encargo de pintar un retablo para la iglesia de los Capuchinos bajo el título ‘Los desposorios de Santa Catalina’, será su última obra:
“Si tenemos en cuenta la composición de esta obra se trata de una boda espiritual de Santa Catalina con Dios, algo de lo que Murillo se dio cuenta cuando estaba encima de un andamio pintando el retablo, le invadió el terror y cayó al vacío, moriría tres días después a causa de las heridas y convencido de que el mal augurio de la gitana se había cumplido”.