‘Cuarto Milenio’ viaja hasta Antequera (Málaga) para estudiar la figura del pintor José María Fernández, que tuvo una vida marcada por las desgracias y el infortunio tanto para él como para su familia. Se casó en Barcelona y, cuando tuvieron a su primer hijo, compraron una muñeca de porcelana japonesa en la fábrica Lehmann.
Pero la historia de la propia fábrica arrastra un halo de malditismo. La dirigían un matrimonio alemán de origen judío, que se mantuvo hasta la llegada de la Guerra Civil Española. Son expropiados porque debían fabricar enseres para el régimen republicano. Adiós a las muñecas de porcelana japonesa.
Debajo de esa fábrica, había un cementerio de monjas y algunas muñecas fueron consideradas malditas, que tenían mal fario y este era trasladado a las casas donde acababan tras ser compradas. Una de estas muñecas llegó al hogar del pintor José María Fernández: “Le trajo mal fario porque, después, la vida de este señor fue bastante funesta”.
¿Qué le pasó a este pintor? Su felicidad se transformó en desgracia y muertes. Problemas económicos y una tuberculosis en el cuerpo de su mujer, fue el inicio de todo. A los pocos meses, fallece uno de sus hijos, el más pequeño. Todo este dolor y esta desdicha fue reflejada en sus obras, pues fue perdiendo a todos los miembros de su familia.
La muñeca aparece en tres de sus obras, como si el pintor quisiera honrarla para aplacar así su mal fario. En la actualidad, la muñeca permanece metida en una urna en el Museo de la Ciudad de Antequera. Cuando la sacan, se apagan las luces del museo. En el plató, permanece durante el análisis de este reportaje, aunque Iker Jiménez quiere tenerla bien lejos y asegura: “No se va a quedar en plató”.