Esta semana, en la sección ‘La voz de las sombras’, Iker Jiménez ahonda sobre el fantástico mundo de las emociones, que forma parte del misterio cerebral. El conductor de ‘La nave del misterio’ se pregunta ¿puede una emoción quedarse a vivir en algún sitio, como un pegamento que se instala en las paredes? Contamos algunos de estos casos.
Años 90. Una limpiadora pasando el paño por una habitación de hotel. De repente escucha la voz de un niño que grita “¡No!” en dos ocasiones. No hay nadie. La emoción de su cerebro le dice ‘sal de aquí’. Ella no sabía que no era la única en experimentar aquello.
Un año después, es otra limpiadora la que se percata de unos murmullos y gritos en la habitación: “Era como una conversación de niños que gritaban”. Se acerca hasta el hueco que hay entre las dos camas porque su emoción le dijo que el ruido venía de ahí. Escucha entonces el sonido de unas palmas golpeando la almohada. Sale corriendo de allí.
La limpiadora se lo cuenta todo al dueño del hotel y a este le suena todo lo que le dice y se lleva las manos a la cabeza porque ¿qué hacer cuando las emociones se quedan a vivir en un sitio? Pasa un año y es una empresaria quien es testigo de estos acontecimientos. Se da cuenta de que parece que se han dejado la ropa de cama sin recoger. Mientras se ducha, escucha ese “¡No!”.
Sale de la ducha y no hay nada sobre la cama, no están esas toallas que le pareció ver al entrar a la habitación. Se vuelven a escuchar los murmullos y gritos. Sale corriendo de allí para contarle al dueño lo sucedido. Ella se marcha. ¿Qué sucedió en esa habitación de hotel? El dueño lo sabe.
Años 80, un doctor pone fin a las vidas de sus dos hijos en esa habitación de hotel amortajándoles como si fueran dos montones de sábanas. Los dejará allí y el dueño lo descubrirá horas más tarde.