En el siglo XIX, los habitantes de la ciudad de Barcelona, fueron testigos de uno de los últimos actos de la infame Santa Inquisición, pasando a la historia como el ‘auto de fe de 1861’. Había un grupo de personas, llamados espiritistas, que contactaban con las almas de los difuntos.
Viajamos al pasado con este hecho histórico en el que el obispo de Barcelona mandó quemar más de 300 libros propiedad de Fernández Colavida en la explanada en la que se condenaban a muerte a las personas en esa ciudad.
Se consideraba que aquellas obras fueron escritas por el mismísimo Satanás aquel 9 de octubre de 1861 y la gente acudió a verlo e, incluso, a llevarse los restos no incinerados. Estaban enfadados con el clérigo y lanzaban exabruptos al grito de “abajo la Inquisición”. La Inquisición consiguió justo lo contrario, que la gente se interesara más por estos libros.