El municipio de Agolada vivió hace años un suceso de lo más escalofriante. Álvaro, un niño que jugaba en la puerta de su casa, desapareció de repente, sin dejar rastro y movilizó a toda su familia, que empezó a buscarlo por todas partes.
Lo terrible fue cuando encontraron su cuerpo sin vida, degollado, en el estercolero familiar. Eulogio Mejuto, un chico de catorce años que tenía un hermano pequeño enfermo de tuberculosis, lo había golpeado con una piedra y le provocó una herida en la cabeza.
Después, hizo a su hermano beber la sangre de aquella brecha, creyendo que iba a ser milagrosos y que le iba a curar. Un rito vampírico que no funcionó, ya que el enfermo murió al poco tiempo.
Nadie habla de este suceso y en Agolada parece que nunca sucedió. Los dos niños murieron, Álvaro, tras el golpe en la cabeza con una piedra y el hermano de los Mejuto, que perdió la vida por la tuberculosis.
Por otra parte, Eulogio consiguió rehacer su vida tras salir en libertad. Se casó, tuvo hijos y los hermanos del asesinado nunca volvieron a hablar de ello en público. De hecho, mucha gente del municipio pensaba que Álvaro nunca había existido y que, en realidad, eran solo dos hermanos.