En la sección ‘Carreteras secundarias’, Iker Jiménez rescata historias insólitas que ha protagonizado él mismo recorriendo España en busca del misterio. Año 1991. Noche de difuntos. Iker Jiménez tenía 18 años (estrenando el carnet de conducir) y se dirigió hacia Salamanca y Extremadura por un camino de tierra: “Tenía claro que si había una zona que acumulaba misterios y experiencias, era esta”.
Iker cuenta que no encontraba un lugar donde dormir e iba acompañado por Lorenzo Fernández (compañero de una emisora local). Querían investigar, buscar testimonios del misterio. Era su primera investigación “pero podría haber sido la última”. Entendieron que tenían que dormir al raso y se introdujeron en un pequeño camino.
De pronto, dos luces amarillentas de un viejo vehículo se aproximan a ellos. Pensó Iker que su coche entorpecía el paso de aquel hombre, pediría disculpas, se apartaría y no ocurriría nada más. Pero no fue así. El hombre salió del coche, inquieto, mal encarado y empezó a hacer ruidos, no a hablar: “Le hice un gesto de calma y él metió sus dedos en la rendija, intentando bajar la ventanilla”.
El hombre volvió al coche, abrió el maletero donde había muchas mantas, cogió la escopeta de doble cañón y regresó: “En esos momentos uno piensa si ha elegido la profesión correcta. Me puso la escopeta en la cabeza, solo separado por el cristal. Han pasado 31 años y les juro que cuando miro a Lorenzo es cuando tengo miedo, él sacó una pistola de fogueo, de aire comprimido. Yo en medio. Esa escena nunca la olvidaré”.
El hombre se giró y caminó de nuevo al coche, abrió el maletero, intentando sacar algo muy pesado. En ese momento, Iker arrancó marcha atrás y salieron pitando de allí. No durmieron esa noche: “Estuvimos vagando, con miedo”, mientras se preguntaban qué tendría aquel hombre en el maletero. Horas después, en la gasolinera, escucharon a alguien decir que se habían encontrado en cierto camino el cuerpo de una mujer, con piedras dentro de la boca: “Fue tal el miedo que salimos de allí como alma que lleva el diablo”.