Sucedió en Mazarrón el 13 de noviembre de 2011. Allí, un preso fugado y su novia se hospedaban en un hostal donde Mar le ayudó a colocarse un chaleco antibalas y del que él salió con un pasamontañas, una mochila en la que llevaba dos pistolas y un subfusil, además de unos prismáticos porque tenía la obsesión de que le estaban persiguiendo.
Hasta allí habían llegado tras fugarse durante un permiso penitenciario tras el que recorrieron varias ciudades, un viaje que acabó el 13 de noviembre en Mazarrón. En la habitación de hotel se habrían drogado además de haber bebido alcohol.
Al parecer, sufría cierta paranoia acrecentada con el consumo de cocaína y así se echó a la calle aquella noche. Primero estuvo en un bar y luego volvió a la calle, donde se tropezó con un hombre que se convirtió en su primera víctima.
Pedro López Graña, abogado de la acusación, cree que puedo entender que era alguien que le vigilaba: “Le disparó a bocajarro tres disparos que lo dejaron herido de muerte”.
Poco después decidió esconderse en un parque y allí se encontró con su segunda víctima un joven de 16 años que había salido a pasear a su perro. Le disparó un tiro en la cabeza y el adolescente falleció tres días después en la UCI.
Las autoridades se encontraron con las dos víctimas, desconocían si podía haber más y terminaron por hablar con los testigos. Fue determinante la mujer que presenció el primer crimen.