Mientras Callejeros está grabando una entrevista a una pareja que había sufrido un robo en la Playa de La Barceloneta, se dan cuenta de cómo un joven sale corriendo después de sustraer un bolso. Salimos tras él y gritamos “al ladrón, al ladrón…que ha robado un bolso” Conseguimos alcanzarle y que nos devuelva lo robado. El bolso pertenecía a una joven extranjera que había dejado sus pertenencias sobre la arena mientras tomaba un baño en el mar. Pasamos varias jornadas en esta playa de Barcelona y somos testigos en numerosas ocasiones de cómo ante cualquier mínimo despiste de los turistas o bañistas “actúan los amigos de lo ajeno”, según nos dicen los vecinos y trabajadores del barrio. Incluso hacemos la prueba de dejar una mochila sobre una toalla en la arena y a los pocos minutos grabamos cómo un joven sin apenas disimulo se lo lleva. Le interceptamos e increpamos “devuélvenos esa mochila que no es tuya”. Otra de las víctimas es un matrimonio danés a los que acompañamos a poner la denuncia en comisaría. “Estamos tan enfadados que solo queremos cambiar los billetes de vuelta y regresar a casa, cuantos antes”, nos confiesan.
Madrid tampoco se libra de la acción de los ladrones. En la Puerta del Sol los comerciantes están hartos y denuncian “Madrid ya no es lo que era y está llena de chorizos”. Los carteristas también han tomado otro lugar emblemático de la ciudad, El Rastro. Y en la escalinata de la Catedral de La Almudena sorprendemos a dos personas, cómplices, que roban carteras a los turistas que descansan en su visita al centro de la capital. En el municipio madrileño de Arganda del Rey conocemos al propietario de un bar restaurante que confiesa “me han robado más de treinta veces, en tan solo cuatro años”.
Por La Rambla de Barcelona discurren unos catorce millones de turistas al año. Un escenario ideal para carteristas y estafadores, también conocidos como “trileros”. A plena luz del día somos testigos de cómo un hombre aprovechándose de la aglomeración de personas consigue introducir la mano en una mochila y sustraer una cartera. Cuando avisamos a la víctima de lo sucedido salimos corriendo tras el delincuente que llega incluso a desnudarse ante la cámara para demostrar que no lleva nada encima. “Estamos seguros de que ya le había pasado la cartera a otro compinche”.
“Es la primera vez que me pillan. Yo recuerdo que empecé a los cinco años robando caramelos”. Así de sincero es un joven sevillano al que detienen los vigilantes de seguridad de un centro comercial. Se le acusa de querer robar una chaqueta a la que habia quitado la etiqueta y la alarma para llevarse la prenda sin pagar.
También en Barcelona, en concreto en la Línea 3 del Metro de la ciudad, conocemos a Iliana, que dedica hasta tres al día a perseguir a los carteristas del metropolitano. Armada con un silbato y carteles en diferentes idiomas alerta a los turistas y usuarios “vigilen sus pertenencias, llevan compañía en los vagones”. Iliana hace sonar el silbato y avisa a los agentes de seguridad de que en el tren van varios carteristas camuflados entre los viajeros “se huele a los carteristas, es el olor de la maldad”, nos dice.
“Al ladrón”, es un reportaje de Jorge Luque.