Su último recurso es un lazo de oro de un pendiente que le regaló una vecina por el que apenas consigue 55 euros en un compro-oro. Los emplea inmediatamente en la carnicería: "Tener que vender tu oro para poder comer un trozo de carne es muy duro, hay que estirarla al máximo porque no sé cuándo podré volver a comer carne".