Tras una condena de seis años por un delito de drogas, Mohamed pasea a su bebé de meses con una pulsera telemática en el tobillo. Este sistema de vigilancia a distancia le obliga a estar en casa a las doce de la noche: “Lo peor es que por la calle la gente piensa que eres un violador de mujeres o un pederasta, te dan ganas de darte la vuelta y decir ¿qué miras?, pero ¿para qué?”, se resigna.