El gramo de oro de 24 quilates ha subido desde los 10 euros a los que se cotizaba en el mercado en 2002 a los casi 40 de hoy día.
Desde 2008 las tiendas de compra-venta de oro han crecido a un ritmo cercano al 300 por cien anual. Actualmente, hay casi 18.000 establecimientos donde adquirir y/o desprenderse de este preciado metal. La razón: “este país se está desangrando”, según Julio, el propietario de uno de estos negocios en Sevilla.
“Las familias tienen que vender el oro que tienen por casa” prosigue “para salir adelante”, llegando a situaciones extremas para poder comer. “La gente vende hasta sus dientes”, asegura la dependienta de otro compro-oro en Granada mientras sostiene una dentadura de oro, que valora en unos 460 euros. “Me ha llegado una señora hace poco con un empaste de oro y me ha entregado la muela aún sangrando, se la había arrancado para venderla”.
Carmen es una de los miles de españoles que ha tenido que desprenderse de los recuerdos familiares “por supervivencia pura y dura”. Señalando una fotografía rememora lo duro que fue vender un collar de su abuela, recientemente fallecida. “Para mí ella era como una madre, el oro más grande que yo he tenido es el que me regaló ella y ahora ya no me queda nada, ni mi abuela ni sus recuerdos”, asegura con la voz entrecortada por las lágrimas. Su joyero está vacío: “llegué a tener 2.000 o 3.000 euros en oro y todo lo he vendido para intentar salvar mi casa, al final no tengo ni el oro ni un techo propio”.
Por eso, tras tener que dejar el piso de alquiler “por un impago superior a los 7.000 euros”, ha vuelto con su marido a casa de su madre. Los tres están parados y no tienen ingresos. Su último recurso es un lazo de oro de un pendiente que le regaló una vecina por el que apenas consigue 55 euros en un compro-oro. Los emplea inmediatamente en la carnicería: “Tener que vender tu oro para poder comer un trozo de carne es muy duro, hay que estirarla al máximo porque no sé cuándo podré volver a comer carne”.
María del Socorro vive una situación similar. Su madre murió hace unas semanas y hoy se ve ante la desagradable tesitura de tener que el anillo de oro que heredó de ella “para poder comer porque somos cinco en casa, todos parados, y vivimos de la pensión por discapacidad de mi hija, una cantidad insuficiente”. 165 euros le ofrecen mientras, resignada, llora viendo cómo desarman el coral del anillo porque no tiene valor en el mercado. “No tengo más remedio”, dice entre suspiros en un intento por convencerse a sí misma de que está haciendo lo correcto.
Y es que “en los últimos años se ha producido una fiebre del oro”, según uno de los principales mayoristas que operan en nuestro país. “Prefiero no dar la cara por miedo a que me vean en la tele y me puedan seguir”, es uno de los riesgos de exportar a diario a Italia casi 30 kilos, o lo que es lo mismo, facturar al año 48 millones de euros. “La ganancia no es tan grande, apenas 100 o 200 euros brutos”, afirma, mientras explica el proceso que sigue el oro en España. “Las familias lo venden a las compra-venta, que lo funden en barras aún de 18 quilates en pequeñas refinerías nacionales para que las adquiramos los mayoristas. Así salen a fundidoras internacionales donde se convertirá en oro de 24 quilates, oro puro, lingotes de inversión en muchos casos”.
Y es que, según Marion Mueller, “el oro es un valor refugio en tiempos de crisis, un valor fiable, más que subir el oro, se han depreciado las divisas. Existe una cantidad limitada de oro en el mundo, 170.000 toneladas, por tanto, no se puede crear de la nada como el dinero papel. Ese es el valor del oro”.