Un horario de trabajo marcado por las tensiones, como reconocen algunos taxistas mientras hacen cola en una improvisada parada de taxis a las puertas de una afamada discoteca de Madrid. “Esto es un circo, se te montan en el taxi y te dicen haga usted lo que quiera que no tengo dinero para pagarle” afirma David, mientras Antonio directamente asegura que “hay clientes que no necesitan un taxi, sino una ambulancia del Samur”. En pocos minutos se desata una pelea a escasos metros, algo “habitual en la noche madrileña” asevera Arantxa, una joven estudiante de periodismo que vuelve a casa en taxi: “es consecuencia del alcohol, salen cocidísimos de la discoteca”. Ya en el interior del vehículo reconoce que “a los taxistas no les hace mucha gracia cuando he tenido que vomitar”. “Si me estropean la herramienta de trabajo se me llevan los demonios, puedo dar palos a un cliente”, admite Pedro, un carismático taxista casado con otra profesional del gremio, Estrella. Ambos se turnan a las 6 de la mañana al volante después de desayunar juntos en casa, uno de los pocos momentos que comparte este matrimonio de profesionales que se saca “dos mil euros netos al mes pese a que el taxi no para, lo que ha unido el taxi que no lo separen ni el hombre ni la mujer”, nos dicen.