“Se pinchan, se pelean, hacen sus necesidades en la acera… esto no hay quien lo aguante”. Cada mañana, Mercedes, a sus 68 años, tiene que vencer al miedo para salir a la calle. Bajo su casa, en pleno centro de Madrid, transitan diariamente cientos de toxicómanos… “a mi casa ya no vienen ni mis nietos, no quiero que vean esto”, asegura Mercedes. La mayor parte de los vecinos de la calle Alonso del Barco está indignada con la situación de su calle, el principal punto de partida en Madrid de las kundas: vehículos particulares que transportan a los toxicómanos al lugar donde compran su dosis.
Un equipo de CALLEJEROS, ha convivido con vecinos y consumidores de droga. Ha escuchado los problemas de unos y de otros y, junto con cuatro toxicómanos, ha hecho el trayecto en kunda para mostrar de primera mano esta realidad social. Al llegar a la zona de venta de droga, tanto el conductor como el resto de los toxicómanos lo tiene claro: “bajad la cámara que, si os ven, nos matan…”
“Aquí hay prostitutas, gente de dinero, personas que trapichean, otros que duermen en la calle… Es un ambiente muy sano…”, así describe la vida en el Carrer den Robadors de Barcelona, Carlos, un cliente de prostitución que ha ido a esta zona para contratar los servicios de una señorita: “son chavalas muy simpáticas. Se forma un ambiente muy dicharachero… “.
La mayor parte de los vecinos de esta vía del barrio del Raval, convive sin problemas con las prostitutas que trabajan en las aceras de la zona. Sin embargo, rechazan por completo la presencia de toxicómanos. Algo que, según dicen, “está machacando la imagen del barrio”.
En la parte más oscura de la calle, un drogadicto va ofreciendo medio gramo a todos los que transitan, “yo soy un mafioso, me gano la vida haciendo pirulas…”. Advierte que “por la noche esto es peligroso, si te encuentras a uno con mono
En L´Hospitalet del Llobregat, los vecinos de la calle Can Femades, pasan en vela las noches de fin de semana. Junto a su casa hay tres macro discotecas y el tránsito constante de jóvenes, tanto a la entrada, como a la salida, hace que no puedan pegar ojo. “Salen borrachos como cubas, gritan, rompen cristales, se pelean, incluso, en los últimos años ha habido dos muertos…” afirma Nuria, una de las vecinas. “Una vez, en mi portal, estaban dos haciendo el amor, pasé yo, y siguieron a su faena”, comenta, molesto, otro vecino. La propia Nuria, la más activa de los vecinos, decide enfrentarse a un grupo de chicos y chicas ante las cámaras de CALLEJEROS: “¡Esto es inaguantable!, ¡Son las 6 y media de la mañana!”, grita. La regañina no causa demasiado efecto entre los jóvenes…
Problemas en las calles de Valencia
“Me tiré una vez de un tercer piso y no me maté. Luego me tumbé en las vías del tren y justo cambiaron de raíl. Dios no quiere que me muera”, comenta María, una mujer de 40 años que se hace llamar “la vaquera”. Viste una minifalda tejana, sombrero de cowboy y ofrece su cuerpo a los transeúntes de la calle Torn del Hospital, en el centro de Valencia. Se prostituye para pagar la cocaína en base que consume… Junto a María, hay otras tres mujeres que se ganan la vida en esta calle, pero según afirman, no son prostitutas: “Nosotras cogemos a un cliente, le subimos a un piso, le engañamos, le quitamos todo lo que lleve y le dejamos que se vaya tan contento”. Cada cierto tiempo, un coche de policía irrumpe en el tramo de la calle en el que trabajan estas mujeres, un auténtico hervidero de actividades delictivas. “Aquí todos nos buscamos la vida”, dice uno de os habituales de esta calle, “yo le vendo a uno la droga, el otro me roba la cartera, yo me follo a su mujer y no lo pago…”
Son calles distintas y distantes entre sí. Sin embargo, tienen un denominador común, en todas ellas se producen situaciones que hacen la vida imposible para los que viven en ellas. Unos porque tienen que sobrevivir. Otros, porque viven con miedo.
¿Malas Calles?, es un reportaje de Jalis de la Serna.