¿De verdad era necesario el lenguaje soez para celebrar la undécima Champions?
Que las formas en el fútbol están cada vez más descuidadas no es ningún secreto. El calentón, la tensión del momento, que si se juegan mucho, que si las revoluciones… Argumentos todos ellos que esgrimen habitualmente los profesionales del balompié para convencernos de que es normal ver, hasta el agotamiento, a jugadores insultarse entre ellos, a jugadores insultar al árbitro, a la grada insultando por igual al árbitro y a los jugadores, a entrenadores insultar a árbitros, jugadores e incluso a la grada… y así.
Basta entrar en cualquier campo de fútbol para entender lo lejos que está el fútbol de nada que se parezca, ni remotamente, a un ejemplo para los niños. Tristemente ésta es una realidad que cualquier aficionado a este deporte, maravilloso por otros muchos motivos, tiene que asumir si desea vivirlo con la emoción que da el directo.
Lo que sí parece más difícil de explicar, por no decir imposible, es que ese lenguaje 'barriobajero' habitual en los terrenos de juego se traslade a la celebración de un título. Una fiesta mucho más destinada al público infantil que los propios partidos. Si los jugadores del Real Madrid son un ejemplo de competitividad, de ambición, de nobleza y de tesón… algunos no fueron tanto en el terreno de la elegancia, a tenor de algunas intervenciones en la fiesta de la Úndécima.
Arbeloa diciéndole a sus aficionados “sois la polla”, Cristiano explicando lo “de puta madre” que le queda la camiseta, Kiko Casilla gritando "esto es la hostia" o la grada cantando el “Piqué cabrón saluda al campeón”, alentada por algún futbolista, son algunos momentos que deberían haberse evitado. Valga como ejemplo la intervención de James, acordándose de sus compañeros y apelando a la unidad del equipo, para ver que no es tan difícil. Si no podemos erradicar el insulto generalizado en el momento del calentón, por lo menos no vayamos hacia atrás dando por bueno que la vulgaridad cultural presida algo digno como el deporte.