Cuando empiezas a hacer la maleta antes de un viaje y lo primero que introduces es la ropa de correr y las zapatillas ya no hay marcha atrás. Se te pueden olvidar otras cosas, ya te apañarás…pero no puedes renunciar a ese pensamiento que está a punto de hacerse realidad: salir a correr por una ciudad desconocida.
Pero aún se puede “profesionalizar” más esta postura. Basta con echar un vistazo al calendario de carreras y adaptar tu viaje a una prueba. Así lo hice hace algún tiempo: correr una media maratón al menos una vez al año en una ciudad europea. Combinar turismo y deporte, recorrer a zancadas las céntricas e históricas calles de un lugar nuevo y lejano. Pisar un asfalto vacío y libre de tráfico acompañado de miles de extraños que jalean y suspiran en otro idioma. Incluso cuando miras a tu alrededor detectas que has volado miles de kilómetros para devorar otros tantos con tus pies porque hasta los aplausos de quien anima tienen un sonido diferente. Hablan otra lengua.
Las carreras también se adaptan a la idiosincrasia del país, a sus costumbres y, como buen antropólogo, observas y participas. ¡Hasta el refrigerio reponedor al terminar la carrera se convierte una sorpresa! ¿Y qué os voy a decir de esas cervezas post carrera? Una experiencia como esta permite salir de nuestra zona de confort Mahou ;)
Todo eso y mucho más es lo que acabo de vivir en Praga. Os dejo una pequeña muestra de ese nuevo escalón en la Torre de Babel que empecé a construir hace tres años. Primero fue Lisboa, luego fue París y…espero que siga creciendo. Ojalá también os pueda seguir informando.
Carlos Roldán