Últimamente observo, cada vez más, que en el mundo del running, nos encontramos con los dos extremos en el tipo de runner. Por un lado está el corredor exhaustivo, que es aquel que trabaja con un plan de entrenamiento rígido, que incluye farlek sistemáticamente, ejercicios de gimnasio, tiradas dirigidas, grandes calentamientos, dieta… En el otro extremo y propiciado por la moda, está el corredor “dominguero” que sale por placer y salud, cuando el cuerpo se lo pide, con distancias de lo más variables y que puede pasar de una regularidad diaria a estar quince días parado.
Esto es lo que llamaríamos la radicalización de los runners sea por exceso o por defecto. Entiendo que hay que evitar cualquiera de las dos opciones porque si optamos por la primera, podríamos hablar ya de atletismo y para ello, lo suyo es estar federado, pertenecer a un club y mantener las directrices de tu entrenador. Llegar a estos niveles de una forma individualizada nos puede perjudicar, generar lesiones crónicas e incluso convertirse en un trastorno psicológico.
Como descubrir si estamos en este caso, la clave está clara, si un día ocasionalmente no podemos entrenar por razones sobrevenidas -laborales, familiares- y esto nos genera una desazón, enfado, tristeza o nos quita el sueño, es que no vamos por el buen camino. Igualmente sucede si detectamos que somos incapaces de saltarnos la dieta ocasionalmente. Ojo en estos casos porque estaríamos lo más cerca de un trastorno obsesivo.
En el polo opuesto tenemos un corredor “amable” que lo disfruta, que mira el paisaje, que suele presumir de correr mucho tiempo pero que si atendemos a su cronómetro, lleva un ritmo que se puede superar andando deprisa y que no reduce el crono ni ahondando en horas. Es irregular, no suele calentar ni estirar y suele disfrutar tanto de la carrera como de la cerveza posterior. Esto es lícito pero ojo porque todo requiere un cierto orden y método. Los excesos después de estar mucho tiempo parado no benefician al organismo y, por contra, si el nivel es muy bajo lo que hacemos al correr es estimular el apetito sin llegar a quemar lo suficiente. Resultado, hasta se ganan kilos.
La clave para saber si estamos en este caso es clara, el cronómetro nunca baja, estamos en punto muerto y no progresamos nada. También observar el número de salidas que hacemos. Es fundamental constancia y regularidad, no debemos dejar semanas en blanco, sin ninguna tirada.
Los estudios, confirman que en ambos extremos se encuentran los perfiles habituales de víctimas con fatal desenlace en competiciones populares.
La vida es disfrutar, las aficiones también y el deporte del running entra dentro de ello, de una manera ordenada, con método y disciplina pero con flexibilidad, siempre con flexibilidad y sin obsesionarse.