Cuando correr 13 kilómetros es lo de menos. Porque ya ni miras el reloj, no hay indicaciones de qué distancia llevas recorrida y, encima, los organizadores se ríen de ti porque te encuentras un cartel que dice: "5km para la meta". Tú, todo confiado, prosigues la marcha y al cabo de unos metros te topas con un nuevo cartel que corrige: "¡Perdón! 8 km para la meta". No te queda otra que soltar una carcajada y continuar corriendo porque es a lo que has venido, a pasártelo bien. Ése es el espíritu de la Mud Day, la carrera que el pasado 11 de junio se celebró en la Base Militar de El Goloso. Fue mi primera competición de este tipo y la verdad es que ¡pienso repetir!
La prueba constaba de un recorrido de 13 kilómetros, se podía acudir en solitario o en grupos de cuatro y los participantes salíamos de forma escalonada cada 20 minutos. La 'gracia' consiste en llenarse de barro en cada una de la veintena de obstáculos que te encuentras por el camino. Cierto es que, en algunos de ellos, te limpias el lodo acumulado a lo largo del viaje como, por ejemplo, en la piscina de agua helada en la que hay que sumergirse.
Como toda Maratón, esto también tiene sus momentos críticos. Por ejemplo, después de haber corrido 7 kilómetros, haberse metido en una decena de charcos en los que el barro te llegaba por las axilas, saltado vallas, montones de paja, haberse arrastrado por túneles oscuros, debajo de líneas de pinchos... uno empieza a tener algunas magulladuras en el cuerpo y a notar algo de cansancio. Entonces, llegas a una prueba en la que, de nuevo, debes arrastrarte por el barro, bajo hileras de pinchos, pero esta vez la novedad es que cuelgan varias tiras de color blanco. ¿Qué serán? Pues son tiras que, si te alcanzan, te sueltan una simpática descarga eléctrica. Aquí es cuando uno se plantea si está bien de la cabeza porque, encima, has pagado para ello.
Pero sí es verdad que la adrenalina y la satisfacción que se experimentan al superar estos obstáculos tienen algo de adictivas. Ya solo estás pensando en plantarle cara al próximo reto. Aunque se trate de subir una empinadísima cuesta y te encuentres con un nuevo letrero que se burla de ti: "¡Mi abuela corre más rápido!".
Hay abundantes puntos de avituallamiento, cronometrar el tiempo que tardas en superar todo el recorrido es optativo, y nadie te penaliza si no superas alguna de las pruebas. El grado de masoquismo es totalmente optativo.
Y por fin llegas a la meta. Pero te frenas en seco. Porque para cruzarla, de nuevo, aparecen esas famosas tiras blancas. Así que, te olvidas completamente del cansancio y las magulladuras, coges impulso e intentas llegar al final a la velocidad del rayo. La recompensa lo merece: una cerveza bien fría para celebrar ¡que eres un Mud Guy! ¡Que lo has conseguido! Y que ha sido tan divertido, el ambiente de los participantes es tan alegre, que ya estás pensando en apuntarte a la próxima. Será que las descargas eléctricas te han dejado secuelas...
Texto: Daniel Gómez // Fotos: María Veiga