JON SISTIGA: A qué sabe el gas lacrimógeno...

cuatro 19/01/2009 11:29

El ejército israelí continua usando el mismo gas lacrimógeno con sabor a almendras amargas de hace unos años. Cuando la bola de humo blanco se acerca a ti sabes que los ojos se te van a enrojecer, te van a picar, te van a llorar, y que tu garganta se secará de repente hasta hacerte toser como si se te escapara el alma. Los jóvenes palestinos afines a Hamas, el movimiento político y paramilitar considerado terrorista por la Unión Europea, también siguen utilizando las piedras de cualquier obra cercana para acosar a esos mismos soldados…

Hace unos días, en Hebrón, en la Cisjordania ocupada por Israel y rodeada por un tremendo muro de hasta ocho metros, me pareció estar siguiendo el mismo guión que tantas veces había vivido durante la segunda Intifada, de cómo es una manifestación en esta parte del mundo. Hacía cinco años que no venía por aquí y todo es muy diferente, pero hay cosas que no cambian...

Asistimos al rezo en una de las principales mezquitas de la ciudad. La aparición tímida de banderas verdes con la leyenda "Ala es grande", la inequívoca insignia de los radicales de Hamas, hacía presagiar que no sería un rezo normal… La arenga del Imán colocó a decenas de jóvenes palestinos en un estado idóneo de excitación para poder organizar una marcha en medio de la ciudad hasta las inmediaciones de un cercano asentamiento judío.

La policía palestina, que durante días ha estado reprimiendo a los simpatizantes del movimiento islamista a base de palos, esta vez no hizo nada: la masacre de Gaza parece que ha sublimado todas las diferencias entre los palestinos en torno a una reacción en clave patriótica. Ya no importa si se es islamista de Hamas o laico de Fatah, el caso es que la agresión israelí ha sido tan desproporcionada y ha causado tantos muertos que la sociedad palestina ha reaccionado cerrando filas...

Y sí, hay cosas que no cambian, como que el Ejército israelí sigue actuando sin contemplaciones contra los que les tiran piedras o les insultan. Que a reacciones desmedidas le suceden acciones desmedidas, o quizá sea al revés, pero en esta parte del mundo todo se interpreta en clave Bíblica, de Ley del Talión. Cuando los soldados empezaron a disparar a la manifestación logramos meternos en un portal y subir hasta la azotea desde donde pudimos comprobar como se disuelve una protesta a base de gasear a los manifestantes y rociarlos de balas de plástico, que dicen que no matan, pero ya he visto en los enfrentamientos de hace unos años a demasiados niños con una de ellas alojada en la cabeza cómo para creerlo...

Cuando todo ese gas irritante ascendió hasta la azotea, cuando tratamos inútilmente de refugiarnos entre las hileras de ropa mojada colgada al sol, le pedí a uno de los vecinos un remedio infalible que aprendí en los combates callejeros de entonces en estas mismas ciudades: abrir una cebolla y colocarla debajo de los ojos. Acabas llorando como un niño, pero la cebolla, no sé muy bien porqué, se impone al efecto del gas... Tras unos minutos leyendo y valorando la situación, bajamos las escaleras, esperamos a que los soldados dejaran por unos instantes de disparar, y salí por la puerta del portal con el micrófono en la mano para que lo vieran enseguida y me identificaran como periodista. No es que sea una garantía, pero...Desde ese momento nos quedamos en su lado, esquivando piedras de esos pequeños David que las lanzaban hacia los soldados con endiablada puntería...

Cambiarse de bando es un sano y necesario ejercicio periodístico. Saber qué ocurre y qué se piensa en los dos lados. Contemplar como los soldados resuelven una manifestación cómo si realizaran escaramuzas contra un enemigo armado. Cómo se ríen entre ellos para ver quien es el que dispara a bulto hacia la multitud... Al final salir de allí es avanzar a trompicones, parar en cada esquina, mirar hacía todos los ángulos, correr cuando es necesario y frenar cuando no se está seguro de hacía donde ir. Al final, lograr salir de allí sin recibir una pedrada o una bala plastificada es un pequeño triunfo de tu intuición y de tu experiencia...

Pero hay algo que sigue siendo igual, cuando dejas la ciudad, te encuentras con un control del Ejército Israelí en el que te miran hasta la última moneda de los bolsillos, porque, por si se me había olvidado, Hebrón, como toda Cisjordania, sigue siendo territorio ocupado por Israel...

Jon Sistiaga, desde Gaza

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