Luang Prabang, antigua capital de Laos, es conocida como la ciudad de las túnicas de color azafrán por el gran numero de templos budistas que alberga; más de 30 wats decoran el perfil de la ciudad con sus pináculos refulgentes y sus características siluetas, haciendo que la contemplación del atardecer sobre la colina Phou Si, o cualquiera de los numerosos promontorios de la ciudad, sea una espectáculo imprescindible para el viajero. El Wat Pha Phoutthabat, Wat Xieng Thong o Wat Pa Phai son algunos de los templos de visita obligada que han llevado a que la ciudad sea considerada desde 1995 Patrimonio de la Humanidad; en cualquiera de estos monasterios además de contemplar la magnífica arquitectura es posible compartir un rato con los amigables monjes y descubrir su ascético modo de vida antes de entregarse a otros placeres más mundanos que ofrece la ciudad. Cuando cae la noche el tuk-tuk se convierte en el mejor aliado del visitante, un económico y divertido medio de transporte que nos llevará desde los típicos mercados nocturnos hasta los cientos de restaurantes y puestos de comida callejeros de la ciudad; eso sí, la gastronomía local, aunque deliciosa, carece de todo lujo por lo que lo más recomendable es dejarse llevar, abandonar los remilgos y disfrutar de cualquiera de las inidentificables especialidades que los locales ofrecen servidas en hojas de banano: ensalada de papayas verdes, estofados de verduras al estilo Luang Prabang (or lam) o pescado en vinagre, siempre acompañados del característico arroz glutinoso.
Luang Prabang es en definitiva una joya casi escondida a orillas del Mekong que, a pesar de su reciente apertura al turismo, no ha perdido ni un ápice de su autenticidad.