Una de las grandes experiencias del viaje: comer tarántula. No tenía pensando hacerlo pero, metida en harina, ya me he dado cuenta de que soy capaz de casi todo. Me comí las patas de la tarántula en un desafío chica-chica. ¿La textura? Me recordó a una gamba. Las patas de algún tipo de marisco con piel blanda, no caparazón duro. Tiras con los dientes de la carne interior y así puedes comerlas ¿El sabor? Recuerdo un toque ácido principalmente. Menos que las hormigas, que también las probé, pero ácido. No estaban malas. A mi alrededor, los niños, se comían los cuerpos de las tarántulas como si fueran gominolas.
Debo contaros que comer tarántula me produjo una pequeña reacción en las papilas gustativas de la lengua. Digamos que las tuve un poco irritadas durante…¡¡una semana!! En cualquier caso, mereció la pena. Puedo decirlo bien alto: ¡¡He comido tarántula!