Tengo pocas oportunidades para poder darme un paseo rápido por los alrededores de la mesa del Libro Rojo o de la bandera. Muy pocas, de hecho. Pero aquella mañana en Savannaketh pude llegar hasta un taller de estatuas de Buda y recorrer el templo en silencio y sola. También pude entrar en una de las zonas de oración para acordarme de una pequeña española llamada Julieta. Su nombre sigue allí