Después de 13 años en esto, me siento más emocionada que nunca. Los aventureros me miran como si fuera su único nexo con la realidad que van a dejar atrás. Les miro. El corazón, como dice Paco (mi cámara), me late como a un colibrí. Y les pregunto:
¿Estáis preparados? ¡Sí! ¿Estáis conmigo? ¡Sí!... Tres, dos, uno… ¡Arranca Pekín Express!
Se giran y veo sus mochilas alejarse a toda velocidad. Tengo un nudo en el cuerpo y un calambrazo en la espina dorsal. Unas horas después, ya en la cama de nuestro primer alojamiento en ruta, envío un SMS a España: “Hoy ha sido todo tan bonito y tan perfecto que hasta la lluvia y el frío me han parecido lógicos".
El Templo del cielo, nuestra localización es, según la leyenda, el centro del universo. Y realmente frente a los aventureros, me he sentido en el centro de la vida, con las emociones a flor de piel, la ilusión de de una niña intacta y la alegría de vivir en su máximo.
Me he sentido libre. Una y mil veces haría lo que fuera por volver a estar ahí. Un ratito en el centro del universo”