"Como tantas otras veces, ha sido Carmen quien me ha hecho caer en la cuenta y he sentido un escalofrío. Hay sincronicidades que, a lo mejor no tienen nada que ver con la lógica, pero que uno interpreta. A unos diez mil kilómetros de Madrid, estábamos en la costa este de Estados Unidos, estábamos observando una construcción moderna que tenía caras y que uno se sentía abrumado ante ellas. Empecé a hablar al grupo con el que íbamos sobre un lugar donde he visto caras similares. Les hablé de mi experiencia gracias al director de la Cueva de Altamira. A la misma hora, en el frío páramos burgalés, había un accidente de tráfico. A la misma hora, simples juegos del destino, perdía la vida el director de la Cueva de Altamira".