Lo heroico del ser humano
Recientemente, en una entrevista me volvían a preguntar por el secreto de ‘Cuarto Milenio’ para mantenerse tanto tiempo en la televisión y nunca sé que bien qué responder, me imagino que es una confluencia de cosas, el apoyo de los que están ahí obviamente, pero por qué surge ese apoyo.
Yo argumentaba, suelo pensar que el hecho de hablar como estamos ahora, sin ningún tipo de escritura, de guión, hace que todo sea más natural. Por supuesto no es ninguna crítica a todos los compañeros que leen sus guiones, porque en algunas áreas del periodismo es imposible hacerlo sin un guión. Pero aquí, en plató, lo que ustedes ven en ‘Cuarto Milenio’ somos nosotros y la cámara, no hay nada más, hablándoles como amigos creo yo. Hacer lo que nos interesa, porque nos interesa de verdad, y hacerlo “sin papeles” creo que es una buena fórmula.
Evidentemente, esta parte de comentario y reflexión, el punto final a cada viaje semanal, tiene todavía más esa esencia, porque soy yo contando mis locuras. Y hoy, después de once temporadas voy a romper esa dinámica y les voy a leer algo, que no es lo mío, pero me ha impresionado tanto que me gustaría leerlo, una simple crónica periodística que recopilaba mi amigo Diego Marañón en su Twitter y que a mí me ha impresionado muchísimo, casi se me han saltado las lágrimas.
¿Qué decía esa columna? La firmaba Javier Gómez Santander en el suplemento de El Mundo y el artículo se llama ‘La rampa’. La imagen de los padres, la imagen de la rampa, la imagen de una tragedia que tiene además todo lo heroico del ser humano. Este joven periodista reflejaba en apenas unas cuantas líneas una vivencia tan honda, tan personal. No es una película, no es una ficción, no es una novela, es un hecho real. Por eso la realidad supera cualquier tipo de creación, pienso yo. Esos dos padres, con la noticia del desahucio de su hijo, el desahucio más terrible que puede haber, que es el de la vida de un hijo, ¿qué hacemos? ¿Nos damos por vencidos o hacemos nuestra rampa?
Y esa unión solidaria, sin ningún tipo de pancarta, de la gente, que somos todos, que estamos ahí. ‘La rampa’ de Javier Gómez Santander me llenó los ojos de lágrimas, imaginé perfectamente la escena, pero sé que esa energía ha trasladado, gracias a las redes sociales, su fuerza a miles y miles de personas que se han imaginado a los dos padres en la noche con ese dilema, la rampa a medio hacer y el hijo moribundo en el hospital. Y lo que ocurrió después.
Yo creo que una pequeña columna de papel, un artículo de un periodista sigue generando cosas increíbles. Y en un mundo donde el periodismo, o una parte de él, está permanentemente contándonos lo terrible, lo demoníaco, todo lo que pasa constantemente, pues a veces una humilde columna nos reconcilian con lo más heroico, con la luz que tiene el ser humano.
Yo simplemente quería ceder mi espacio a algo que para mí supera con creces, a nivel de emoción, una cosa de la que siempre hablamos aquí, que a pesar de todo tenemos que tener esperanza en esta criatura milagrosa y extraña que somos nosotros, el ser humano, flotando en mitad de la nada hacia el espacio y capaz de hacer cosas increíbles. Que la maldad no tape esa luz cotidiana.