El cierre: volver al pasado
Si han visto el programa habrán visto las imágenes del programa que hicimos en Mérida de 'Milenio 3', el programa hermano. Lo podemos llamar 'hermano pequeño' porque la radio siempre ha tenido una dimensión menor que la televisión. Son mundos diferentes. También podríamos llamarle 'hermano mayor' porque es más veterano y nació hace 12 años. A veces uno tiene la conexión, en momentos en los cuales se da cuenta de lo rápido que pasa la vida.
Cada uno tiene su propia película, y esa es difícil de narrar y de contar. Hubo un momento en ese anfiteatro de Mérida donde hicimos el programa hace unas fechas y donde recibimos un gran afecto por parte de todos los que se desplazaron hasta allí. Me subí a la parte más alta y me sobrecogí como pocas veces. Es uno de los impactos fuertes de los últimos años. Caía la tarde y todavía no había nadie, solo el equipo que trabajaba. Parte de ese equipo está también en este programa. Nos multiplicamos en ese aspecto. Yo quise ver cómo sonaban las músicas, ver cómo lo viviría un chaval desde dentro de las gradas. Cómo iba a percibir la gente todo eso. El sonido y la música es una forma directa de conectar con el misterio. Pero no me imaginaba el impacto enorme que me iba a producir. Es cierto que el anfiteatro donde hicimos el programa, había llegado a ser mucho más grande. Era casi como un Bernabéu en piedra. Mi compañero puso algunas de las músicas que yo utilizo en el programa muy especiales, como la que suena en 'La biblioteca del alma'. Pensé en lo que sabían los romanos. En ningún lugar había comprobado como la música latía y expresaba cosas imposibles de describir.
Piedra derruida hace 2000 años y que era como un gigantesco altavoz. A lo largo de la noche me imaginé cómo se podía ver el anfiteatro iluminado, emitiendo músicas y lanzando mensajes a las estrellas. Nuestro techo eran las estrellas. Pero también ahí arriba, desde el anfiteatro, noté muchas cosas como mi propio trayecto y camino con este equipo. En ese instante vi que todo era un poco locura. En la Cadena SER, cuando llegamos en 2002 nos dieron un hueco asegurándonos que era solo un programa de verano. Un día Carmen me dijo: "es el verano más largo de nuestra vida". Un verano de 12 años, muy intenso y que hemos vivido con un cariño enorme. No todo el mundo tiene la suerte ni la oportunidad de recibir ese cariño de personas que no ha conocido pero que siente que hay una conexión. Personas venidas de todas partes. Personas que venían de Barcelona en moto, para estar ahí con nosotros y pasar auténtico frío a las 4 de la mañana.
Una vez más, me di cuenta de que esto era un fenómeno que muchas personas compartían el espíritu de la televisión y de la radio, porque creo que es el mismo. Pero cuando volví a Madrid ocurrió algo que para mí no es casual. Entre por otra carretera, no la habitual, tuve que serpentear por algunas calles por las que hacía mucho tiempo que no pasaba y llegue ante un edificio. Carmen me dijo: "ese edificio viejo, tenía en su día un ático". Y lo miré muy fijamente. ¡Qué contraste! Miles de personas en Mérida agradeciéndonos la labor y dándonos abrazos, y en aquél ático con el que me crucé por casualidad, allí estuvo Iker varios años pagando por hacer radio. Limpiando la emisora. Las radios comunitarias en las que seguro que hoy en día mucha gente sigue aprendiendo a hacer radio así. Fue como un 'shock', como volver al origen. Yo creo que volver al origen es bueno para redimensionar lo que nos pasa. No es solo una cuestión mía, les puede valer a todos ustedes. A veces no valoramos los logros que tenemos o ciertos objetivos que hemos conseguido. Como siempre digo, lo damos como algo normal.
Un rebobine instantáneo de dónde venimos, qué hemos hecho, cuánto esfuerzo, nos hará tomar la dimensión tanto heroica de lo que hicimos como de auténtica satisfacción. Al comprobar que ha habido todo un trayecto. Yo me vi en aquella radio donde podía contarles miles de aventuras. Junto con otro compañero, Lorenzo, estuve en once emisoras distintas. Éramos unos chavales que no habíamos empezado prácticamente la carrera y estuvimos en radios locales. Algunas siguen en activo. Había una que estaba en un descampado, que no era precisamente el mejor lugar, y no podíamos llevar algunos invitados porque se impresionaban demasiado. Había que abrir una compuerta y meterse bajo tierra. En otras, el director un día estaba y al otro lo habían detenido. No puedes olvidar de dónde vienes, ni debes hacerlo. Cada uno de ustedes tendrá su propio trayecto. He estado en muchas emisoras sin cobrar o incluso pagando. Pero de forma mágica las cosas se fueron dando. Íbamos de una emisora a otra con nuestras cintas y maquetas. Yo lo aprendí casi todo de radio en esos años intensos. Sé que hay muchos jóvenes que en este tiempo de telecomunicaciones quizá piensan que una pequeña emisora o un micrófono no valen de nada. Pero sí valen porque el micrófono es el mismo y uno se va haciendo a él. Yo no sería quién soy de no haber pasado esos años por radios piratas locales, muy pequeñas. Mi homenaje y mi recuerdo, porque fue un 'flash' y para mi nada es casualidad.
Piensen ustedes en sus propios logros, que seguro que los tienen. Y piensen de donde han venido y lo que les ha costado. Que nada es gratuito. Que hacer radio y tener un programa no es de repente ponerse ahí. Seguro que se sienten más orgullosos ustedes mismo cuando vean que ante cualquier cosa ha habido un esfuerzo. A veces es volver al lugar donde uno empezó. Hay que tenerlo siempre presente con emoción. Hasta dentro de siete días amigos...