Me sigue pasando, yo creo que menos que antes, pero me sigue ocurriendo: y no voy a decir que me molesta, pero sí, intento defenderme, porque al final ya saben, es un lema, yo no quiero ser embajador del miedo ni mucho menos, al revés: muchas personas me dicen todos los días “qué miedo me da tu programa”, “mi mujer no ve tu programa por el miedo que le da”; “mi marido no ve el programa por el miedo que le da”, y esto me lo han dicho desde artilleros del Ejército, hasta toreros, hasta... no sé cómo decirles, profesiones de riesgo, nunca lo he acabado de entender. Quizá no lo entienda porque estoy siempre metido en estas cosas y no les presto tanta atención desde lo desconocido, aunque son igual de desconocidos para mí como para ustedes.
Es una palabra, miedo, que yo respondo casi como un soniquete, pero es que creo en eso de verdad, imagino que Carmen se ríe porque dice “joe, siempre estás…para miedo, las noticias”. Lo fácil y lo sencillo sería decir que los informativos se han convertido en aquel programa que veíamos hace 27 años de lo más bizarro, un poco un “Mundo Insólito” pero no tiene nada que ver, a lo tremendo, como “impacto tv”, ¿se acuerdan? No nos podíamos imaginar que eso podría ser los informativos más o menos, pero ojo, no, es la realidad. Pero también tenemos parte de culpa: el proceso de cambio cerebral es tan grande en los últimos 25 años, que no nos damos cuenta. Yo estoy seguro, de que si no me apasiona tremendamente este libro, no me lo voy a leer con el mismo placer o facilidad que hace unos años. Ahora estamos sometidos, ¿a cuántas imágenes por minuto? ¿A cuántas noticias cada segundo? ¿A cuántos contenidos abiertos en abanico para cada uno de nosotros en un instante? Eso hace que aguantar este comentario sea más difícil ahora, o quizá lo haya sido siempre, que hace 20 años. Es decir, nuestro perfil, nuestro umbral de atención está variando.
Es un gran tema que no se ha tocado mucho y es interesante. No es solo culpa de los que hacen los informativos, que cuando ves la hilera de imágenes y a veces descontextualizadas a veces de violencia tremenda, se te cae la cuchara y dices:“pero esto es el mundo”. En una casa de Guadalajara cuatro personas muertas y dos son niños, es posible? A mí eso me da mucho más miedo, ¿eh? Que cualquier tema, cualquier espectro, psicofonía, cualquier ovni, cualquier diablo… diablo, ese. Que hayan entrado personas, si es así, que no lo sé, “sicarios”, entre comillas, es como apartar la mirada, “sicario”, “ajuste de cuentas”, “ah, qué alivio, -entre comillas-, son víctimas pero a mí no me toca, yo no estoy metido en esas cosas” no sé yo si es una forma de calmarnos. Porque la única realidad es que personas, de no sé qué origen, si vienen de fuera, entran, matan, ejecutan limpiamente como unos médicos y se marchan-. ¿Eso no da miedo? Y tienen tal poder estas mafias, estas entidades, que localizan a alguien quien sea en una pequeña vivienda de una urbanización de Guadalajara. No es tan fácil esconderse, por lo tanto, o los tentáculos son mucho más poderosos, tentáculos que nacen en una cabeza que es capaz de idear que alguien mate. Esto es terrorífico, de verdad. O sea, dónde quedan los cuatro tipos con túnica adorando a Satanás, eso es de párvulos, eso da gracia casi. Pero no, resulta que ustedes me dicen que les da mucho miedo en ocasiones y yo que me pregunto por todo digo: ¿por qué? Si vivimos cada medio día en la más absoluta oscuridad del horror de la imagen, y nos hemos acostumbrado a ello, ojo. “Le revienta la cabeza en Estambul al del autobús”, “degollado en”, “se cae un edificio” ojo, yo no estoy culpando a mis compañeros, es que todos hemos tendido a la información rápida: y hasta este mismo programa, bueno pues, será de los pocos que tenga cierta pausa porque es muy difícil, porque no es cuestión de la tele, es de que nuestro cerebro común ha cambiado, necesitamos muchos más estímulos en mucho menos tiempo para mantener nuestra atención. ¿Saben por qué? Porque usted se va a la cama, incluso a estas horas, y coge el Ipad o lo que usted quiera y en un minuto ha hecho mil viajes. Eso nunca ha ocurrido: su cerebro se está acostumbrando a la rapidez inmediata. Y todo lo que no sea eso nos quedamos atrás a nivel mental, por eso meterse en algo concreto cuesta cada vez más. Y usted dice por qué me costará tanto leer, hombre porque en el tiempo en el que usted lee 30 páginas ha acudido a 28.000 mundos, la tecnología, ha visto 4 vídeos, ha escrito a 30 personas… El mundo está cambiando y no nos estamos dando cuenta. Pero al mismo tiempo nos hemos vuelto todos un poco psicópatas, nos importa tan poco el horror, el horror es momentáneo. La noticia de Guadalajara, por ejemplo, tendría que quedarse en nosotros y no olvidarla nunca. Yo no recuerdo historias tan horribles. ¿Cómo es posible que esto ocurra en nuestro país? Unos niños inocentes ¿qué culpa tenían esos niños? Es como darse cuenta de que en cierto orden, le puede pasar a cualquiera, posiblemente. Y estamos tan bombardeados de información negativa que a muchas personas les da más miedo un espectro. Bendito espectro, bendito ovni, y bendita maldición antigua comparada con la actualidad.
Luego se hace, no voy a decir parodia, pero yo recuerdo, se acuerdan del padrino, te lo ponían de tal forma que casi uno quería ser mafioso, ¡qué elegancia! desproveemos a la maldad absoluta, que es esto, de la verdad sórdida. No veremos ninguna serie donde estén matando a un niño, descuartizándole metiéndolo en una bolsa; veremos un gran coche, la finca del narcotraficante… como si la frivolidad de hacerlo ficción queda hasta “cool”. Es lo que tiene el ser humano moderno. El más absoluto horror le da igual. Y otro tipo de horrores parece que le impresionan más. Y respondo siempre lo mismo: “no, oiga, miedo el cotidiano”; no pretendemos dar miedo. Miedo que no nos de miedo el miedo de todos los días: eso es lo tremendo. Ahora la pregunta que queda es quizá el miedo del diablo, el ovni, el espíritu, es un miedo a lo desconocido, a lo que no se ve, que no tiene cuchillo, es un miedo que no se sabe dónde está y que acude a lo más profundo de nosotros. Pero es una paradoja: a mí el miedo me lo dan mis semejantes. La maldad y la sensación de anestesia para no estar lamentando algunos acontecimientos del horror. El horror no está en 'Cuarto Milenio', en absoluto; empiezo a pensar que somos de los programas menos tenebrosos y con menos miedo de la programación.
Hasta dentro de siete días, amigos.