El cierre: Colas en el museo
Hace poco recibí una fotografía que realmente me ha emocionado. Es una foto de un museo, que tengo que decir que no es muy concurrido, y me mandan una fotografía de gente joven haciendo cola porque querían ver algo. De pronto, muchachos que no eran habituales del museo, se había encendido la chispa de querer encontrarse con alguien. ¿Y quién era ese alguien?
Ese alguien era nuestro querido amigo el astronauta, el extraterrestre del Casar de Cáceres, que vino aquí, como tantos y tantos enviados a la Nave del Misterio, con el profesor Ricardo Hurtado de San Antonio. Epigrafista de trayectoria intachable y que se atrevió a decir: ‘Yo creo que esto en un ser extraterrestre’.
Yo sentí esa vieja emoción porque desde muy niño yo sentía esa cosa hermosa que era encontrarnos con la raíz enigmática, la raíz de lo que somos nosotros mismos. El misterio como herramienta para despertar la curiosidad.
Ustedes, desde dentro, desde fuera, con conocimiento, con rumores… nos ponen en la pista para que al final el círculo mágico se complete y a través de la televisión nosotros demos esa información, llegue a todos ustedes y muchas personas las redescubran. Les aseguro que eso es algo maravilloso, algo que yo no había ni soñado, ser un poco embajador de esa España que a casi nadie interesa promocionar.
Pero cuando el público recibe el mensaje resulta que el museo se llena, resulta que a las cavernas cántabras se colapsan, resulta que ustedes, aunque les digan lo contrario, tienen ganas de conectar con la España mágica.
Yo puedo hacer un montón de cosas en mi vida, pero haber motivado a que mucha gente vaya a lugares concretos y sienta buenas sensaciones, y se enamore de ese pasado e investigue, yo les digo que no tiene precio, que no está pagado.