Les confesaré que en este momento de mi vida estoy pasando por una fase muy curiosa. Nunca me ha ocurrido antes. He sido bastante distante con muchas teorías conspiranoicas. Hablamos mucho en el programa de las tramas que detrás de las verdades oficiales. Sigo igual de enamorado del misterio que siempre, es más, creo más en las cosas del misterio. A mis 40 años he ido aprendiendo que todo era mucho más misterioso de lo que yo pensaba. Mi trayectoria en ese aspecto es muy diferente a la de otros colegas que han ido tendiendo hacia un sano escepticismo. A mí me pasa al revés. Pero resulta que con el tema de la conspiración me ocurre que, como a otros, se me cae un velo de los ojos. Observo todo lo que está pasando con una sensación que imagino que tendrán muchos de ustedes. Todo es una inmensa engañifa. Todo es un engaño absoluto. No precisamente los temas del misterio que algunos dicen que no se creen. A mí cuando algunas personas que siguen el programa y me preguntan si todo es verdad, me dan ganas de decirles que todo es más verdad de lo que habitualmente ven todos los días.
¿Es un proceso lógico desconfiar de casi todo? Me refiero a esas cuestiones globales, universales, esos movimientos que generan cómo estamos en el mundo, si todo está ordenado o no, si el propio sistema hace que tengamos una sociedad mejor en algunas cosas y peor en otras. Pero es como que el velo se te cae de los ojos. Les pasó a muchos, como por ejemplo a Morris Jesup, un investigador de misterios que fue el primero que empezó a hablar de cómo las autoridades manipulaban el tema de los ovnis. Apareció suicidado dentro de su coche. Seguro que la prensa fue la primera en decir que era un hombre con problemas. Quizá el problema es que había detectado algunas verdades muy incómodas. Cuando uno vive con ciertas verdades la vida no es igual. Cuando uno se da cuenta de ciertas cosas, la existencia no es igual. Es como un peso. Por fortuna, los que gozamos de esta libertad podemos contarlo y el peso de esa mochila decrece porque somos altavoces.
Alejandro Vignati era un periodista argentino, uno de los mejores escritores del mundo del misterio, que en un momento dado de su trayectoria en los años 70 empezó a hablar de otro tipo de enigmas. Su último reportaje tenía que ver con el protocolo de la muerte tóxica. Temas que hemos tocado en ‘Cuarto Milenio’, la guerra bacteriológica, los virus de nueva generación de laboratorio, los alimentos que matan. Alejandro era un hombre vital y atormentado, pero ¿cómo no iba a serlo? Muchos de los colegas periodistas de los medios ‘serios’ el trataron de loco. Ellos seguro que estaban en lo cierto y tenían el control sobre la verdad. El pobre Vignati que hablaba de misterios y amaba las culturas extrañas y los ovnis y que tocaba estos temas, ¿cómo iba a ser verdad lo que decía? Después de escribir esos artículos, donde condenaba a varios gobiernos, y hablaba de protocolos que hoy sabemos que son verdad, apareció muerto en extrañas circunstancias dentro de un hostal en Caracas. Una muerte no aclarada satisfactoriamente.
Andrea Faber Kaiser, germano y español a la vez, fue el pionero en la mejor publicación que ha habido sobre misterios. También se enfrentó a la incomprensión de muchos colegas, que la mayoría de ellos no habían leído lo de él ni tenían su cultura. Tampoco se habían preocupado por mirar las entretelas del sistema. A Andrea le pasó lo mismo. De los temas de misterio que amó hasta el final de su vida fue pasando a otras cosas muy peligrosas. Pero vio que también había misterio. ¿Cómo alguien maneja el mundo? Y alguien no es un grupo de personas muy adineradas, sino la propia sociedad del sistema cómo se le estimula, hacia dónde nos lleva, con qué valores. Andrea se atrevió a hacer lo que no hizo nadie, escribir un libro que se utilizó en el proceso de envenenamiento masivo más grave de la historia de Europa ocurrido en España hace 30 años. Hizo ese libro y lo llamó ‘Pacto de silencio’, es una forma muy clara de decir las cosas. Tuvo muchos problemas Andrea. Murió en 1994. No había cumplido 50 años y dijo hasta el final de sus días que lo habían matado, que lo habían envenenado de alguna forma.
La lista continúa y hace poco en la radio recordábamos aquellos compañeros que habían muerto para contarlo. Aquellos compañeros que eran grandes periodistas y que habían cometido un error, dedicarse al mundo del misterio porque les apasionaba. Y porque en el fondo veían que había un cosmos que unía todo lo desconocido. Tan desconocido era el mundo de esas aeronaves supuestas que a veces vienen, como el de las apariciones en lugares extraños. Pero habían cometido ese pecado, por tanto, lo que decían ya para otros carecía de rigor y de criterio. Había personas que eran muy inteligentes y sabían que esta gente lo que tenía eran agallas y ganas de investigar y denunciar lo que nadie se atrevería a hacer. Pagaron con su vida y creo, repasando lo que pasó con compañeros de este país hace 30 años, que son un ejemplo difícil de encontrar. Personas convencidas de que tenían que contar una verdad porque estábamos en peligro y manejados por fuerzas que gobiernan el mundo. ¿Estará pasando eso ahora? ¿O quizá la humanidad haya aprendido de sus errores y estemos en una democracia y en un sistema donde impera la libertad y nadie es poderoso y oscuro y todo es tan claro como nos cuentan los medios habitualmente? ¿Será así? ¿Ustedes creen?
De momento han pasado 30 años y me acuerdo de los que murieron para contarlo. Y estoy pensando que en este espacio del programa tienen que tener un lugar para ser recordados. El ejemplo de esta gente valiente y marginalizada por el entorno pero valiente y que después se demostró que contaban la verdad, tiene que estar siempre en nuestra mente.
Hasta dentro de siete días amigos…