Quiero contarles esta noche una experiencia personal, un relato que me ha impactado profundamente y que lógicamente pueden opinar con la libertad que quieran en sus hogares. Estamos en plena resaca del asunto de Bélmez que nos ha llevado cuatro horas de emisión y dos más en la radio. Precisamente esa noche conocimos muchas cosas y casi al final llegó una vivencia profundísima y real que me cautivó.
Como siempre en el misterio, uno no sabe por qué pero se abre la caja de pandora y en este caso la abrimos a lo grande. Durante los siete días siguientes empezaron a ocurrir cosas que hicieron que llegara hasta nosotros un material que pensábamos que estaba perdido para siempre. Llegamos a tiempo también gracias a este gran equipo para incluir algún documento como por ejemplo sonoro. Nunca se habían escuchado, son del año 72. Se removieron cosas y muchas personas han querido ayudarnos. A veces eso venía de episodios irrecuperables. Vivencias sobre cómo eran los investigadores, cómo vivieron las caras, cómo lo vivió María, cómo se asustaron, etc. El impacto del programa hace que muchas personas se dirijan a mi persona con un enorme afecto. No todo van a ser críticas ni muchísimo menos. Yo sigo siendo el ignorante y el aprendiz de siempre y no tengo muchas veces forma de responder. Entiendo que el público y determinadas personas que lo pasan mal, quieran acercarse a mí que me ven que hablo con cierta rotundidad y te preguntan cosas en circunstancias que te derrumban. Por ejemplo, una familia me preguntaba sobre qué lugar elegiría yo para poner en paz una familia que había tenido la terrible tragedia de vivir la muerte de una niña de 8 meses. ¿Cómo se queda uno? Quiero ayudar a esas personas pero, ¿cómo? Siguen nuestro programa y simplemente querían retirarse unas horas para no conectar con nada y estar en un lugar mágico que quizá les podría ayudar.
Me costó no tener esa respuesta. No es mi lugar ni mi misión pero les deseo lo mejor del mundo. Y resulta que esa noche Luís López, investigador, ingeniero industrial y psicólogo, se me acercó al terminar el programa porque habían escrito otras personas que, escuchando las psicofonías aterradoras de Bélmez, peguntaban que el más allá no podía ser así. Eran unas voces de lamentos, infernales, de niños gritando. Esa persona que escribía de madrugada se sentía muy afectado con estos temas porque también había perdido a su esposa y su hija en un accidente de tráfico. Yo respondí con lo que me salía del alma diciéndole que estaba seguro que el otro lado no era así, que ese era un caso muy excepcional. Estoy convencido de que el otro lado para la gente buena no es así. Esa división entre maldad, y que se paga la maldad, y bondad y que se recompensa la bondad en la que han creído todas las religiones, creo que tiene una base. ¿Cómo responder a esta gente que sufre?, ¿A este hombre que pierde a su hija y a su mujer? Luís López me dijo fuera de antena: "tenías que haber contado esto". Yo le miré y dije, claro es que si uno ha vivido eso lo puede contar con autenticidad. Yo no puedo.
¿Qué le pasó a Luís López? Le dieron por muerto. Sufrió una descarga de 50.000 voltios si no me equivoco que le frió por dentro. Llegaron a ponerle esa especie de manta térmica que con reflectantes indica que hay un muerto en la calzada. Y él recuerda el tacto de esa manta mortuoria encima. Estuvo un tiempo fuera de su cuerpo pero me decía que agradecía la experiencia porque había regresado a la vida con una visión absolutamente nueva. Era presidente de una multinacional, representante en España, y vivía obsesionado con el éxito, el logro, la finanza, etc. Y Luís López volvió siendo otra persona. Dejó de lado todo eso y se convirtió en un ser mucho más pegado a lo trascendente. Empezó a valorar lo que valía. Me mostró a su hija diciéndome que de no ser por esa experiencia su vida hubiese sido muy distinta y no hubiese tenido esa hija. Le da un aspecto positivo a algo que para otros hubiese sido una tragedia. Además me dijo que cuando él sentía que se moría sintió durante esas dos horas la mayor felicidad que había sentido nunca. Es más, no quería volver, y tenía hijos. Quién es padre lo entiende perfectamente. No puede haber nada más en el mundo antes que el amor a su hijo. Pero esta persona me dijo que la felicidad y la luz que sentía eran tan plena que no quería volver.
Y Luís López me lo contó el sábado pasado con una frialdad, con una autenticidad y con una verdad que pocas veces he escuchado. En respuesta a personas que tenían tanto dolor que nos escuchan y nos ven, Luís López es invitado a última hora en la radio. Y claro que a toda esa gente le serviría una respuesta como la de Luís. Yo no la puedo dar, solo puedo ser correo de trasmisión, pero la televisión me da esta oportunidad de volver a enfocar a las personas que han tenido esas pérdidas tan dolorosas. Yo no tengo la verdad, pero sí que hay un ingeniero industrial que me dijo que, aun teniendo hijos, era algo que le reclamaba tan poderoso, hermoso y feliz que no quería volver. Estoy seguro que las personas que queremos y las personas buenas están en ese umbral. Y eso nos da una enorme esperanza. Para algunos, los más dogmáticos y materialistas, todo esto son fábulas. Qué enorme paz en el corazón y qué enorme verdad vive ese hombre. Ojalá esto sirva de algo a toda esa gente que me escribe buscando una respuesta de Iker Jiménez y que yo no tengo nunca. Lo que tengo son historias que me cuentan y que tienen una gran verdad. Porque como decíamos la otra semana, quizá el umbral sea eso, el retorno a esa última madre, a la absoluta felicidad, comprensión y autenticidad. Ojalá sea así. A mí me impresionó, espero que a ustedes este relato también.
Hasta dentro de siete días amigos...