Después de meses de silencio volvimos a ver el rostro del dolor y la serenidad. Eva Casanueva, madre de Marta del Castillo, no perdona ni olvida. No puede cerrar su duelo, porque nadie ha roto la red de mentiras tejida en torno a la tortura y asesinato de su hija por unos jóvenes desalmados que no conocen el sabor del arrepentimiento. No tiene un lugar donde ir a llorar a su hija y por eso lo hace refugiada en las paredes de una casa que es un santuario en el que no se ha desecho de nada de lo que perteneció a Marta.
Habla de sobrevivir- la vida como merece ser vivida desapareció-, pero le quedan dos hijas por las que luchar, dos niñas que no quieren hablar de su hermana, lo que le provoca dolor. Ellas sí necesitan vivir sin sombras, aunque lo hagan con el dolor y la sensación de que hay un hueco que nunca podrán llenar. Eva y Antonio, el padre, lo comprenden todo y hacen lo imposible por no condicionar su entrono, trabajando y tratando de reponerse.
Reconozco que he visto a muchas madres viviendo su dolor y siempre es de una intensidad insoportable. Pero reconozco que Eva me ha conmovido de una forma especial. Los focos no han alterado en absoluto su comportamiento, ausente toda afectación, despojada de todo, mostrándose sólo por dar una oportunidad a que la búsqueda no cese, por dar algún sentido a la tragedia vivida.
Tengo muy vivo el recuerdo de Eva en la habitación de Marta, que mostró, por primera vez, para el especial elaborado por el equipo de "Las Mañanas de Cuatro", "Red de Mentiras". Con ella sentimos el calor y el olor de Marta. Lloramos todos en esos raros momentos en los que la televisión muestra sin ningún artificio, con absoluta verdad, los sentimientos.
La familia de Marta ni olvida, ni perdona