Estoy que hecho humo y no por el cambio de Gobierno, sino por lo que el cambio de Gobierno y Zapatero me han hecho. ¡Llevo escritos tres post sobre el mismo tema! Y ahora comienzo el tercero sin tenerlas todas conmigo. Los anteriores se me borraron por arte de magia, ignoro a que tecla dí pero, ya al borde de las lágrimas, llamé a los excelentes informáticos de Cuatro y ni ellos han sido capaces de encontrar en estos espacios siderales mis apreciadísimos comentarios.
Como soy incapaz de volver a escribir lo mismo me temo que acabe defendiendo las tesis contrarias. En el pimer post calificaba a los ministros entrantes y salientes, hablaba del alivio que había supuesto este cambio por aquello de volver a los clásicos que, al menos, tienen preparación y solvencia en la gestión, como Rubalcaba y Jáuregui, de la buena sorpresa de Aguilar... y hasta, para mi propio asombro, acababa defendiendo a Leire Pajín y Bibiana Aído del acoso y derribo a que han sido sometidas cuando de su gestión se sabe menos que de su falta de capacidad comunicativa. Se lo aseguro, estaba cargada de buenas intenciones. Fui buena.
En mi segundo artículo ya me había cansado de hablar de los ministos y me centré en las palabras del presidente sobre la necesidad de adecuadamente sus acciones de gobierno. Reflexionaba sobre la paradoja de que un jefe de gobierno anule a sus ministros y luego se queje de la falta de conocimiento que de ellos tiene la ciudadanía, de su bajo perfil. En las reiteradas acusaciones de que les trataba como secretarios de estado. Algo que caló en la ciudadanía que , en muchos casos, acabó pensando que, salvo excepciones, estábamos gobernados por un puñado de adictos a ZP dispuestos a defender cualquiera de sus decisiones por descabellada que fuera. Ahí ya se me fueron calentando las neuronas y ya introducía veneno.
Este es el tercero y pensaba que la mala leche acabaría cegándome. Pero la verdad es que, escribiendo me viene el buen humor. Y he pensado en el pragmatismo con el que ha actuado, en la destrucción de todo lo que había articulado el actual mandato de ZP, en la caída del gran símbolo, el ministerio de Igualdad.Y he pensado en Felipe González porque tengo la sensación de que es el Gobierno que él hubiera asumido. Después de que este desafortunado Quijote de la política tampoco pudiera borrar del mapa a la vieja guardia, pienso que ésta es como la rendición del caballero andante. Una acción contra sí mismo pero a favor de lo que pide el partido y muchos ciudadanos, una acción quizá para llegar menos abrasados a unas elecciones én las que él ya sólo participaría como un ciudadano de a pie, apoyando a quien ya ha señalado.