El debate sobre la película "A Serbian Film" proyectada en el Festival de Cine de Sitges en la tertulia de "Las mañanas" ha provocado casi tanta sangre como la que aparece en ella ,¡estupendo!, de eso se trata, porque una película de terror ha de provocarlo y si, como parece el caso, tiene un fondo de denuncia por las atrocidades sufridas en los Balcanes, estar en boca de todos es cumplir su objetivo.
Nacho Vigalondo habla de ello en su blog y tiene el acierto de poner parte de esa tertulia en la que mostramos repugnancia por alguna de sus escenas. Vigalondo utiliza una pedagogía muy básica para explicar la diferencia entre la realidad y la ficción y los múltiples sentidos que ésta puede tener algo en lo que, por cierto, ya había caído. Seguramente él no ignora que la alarma puede no ser censura, que la crítica más feroz es compatible con la libertad, que los medios están para contrastar pareceres, que ese ruído puede ser constructivo.
Lo que sucedió en el debate es que Angel Salas, el director del Festival, no supo defender en la tertulia lo que tan bien argumenta Vigalondo; se limitó a acusar de fachas a los integrantes de la mesa y se empantanó con argumentos absolutamente trasnochados. Tiene gracia que los más provocadores no acepten una crítica, cuando se ofrece el cuerpo a cuerpo para la discusión. En una cosa tenía razón, hablábamos de oídas, conocíamos sólo la descripción minuciosa de las sádicas escenas. Pero de oídas también digo que no todo lo que escandaliza pasa a la historia o es aceptado. Yo acepté "Saló y los ciento veinte días de Sodoma" en su momento, seguramente antes que Vigalondo por una cuestión generacional. Pero parece que detrás de la película de la discordia no se esconde ningún Pasolini.